
Desde el exilio en París, Pío Baroja publicó en el diario argentino La Nación una serie de artículos de los que vivió hasta su regreso a España en el año 1940 y, quizás algún tiempo más. En ellos trata temas cotidianos y en ocasiones banales, mostrando cómo único interés para producirlos el crematístico y el ánimo de no desagradar, ni a unos ni a otros. Mera necesidad de peculio, como ya lo advierte el propio Baroja. Eran días de inquietudes y zozobras y los trescientos francos al mes que recibía por los articulitos le venían como agua de mayo.
Unos de los mencionados artículos, Los Palacios de Madrid, escrito posiblemente cuando ya estaba en España, es el que a continuación reproduzco casi en su integridad. El artículo forma parte de la recopilación publicada con el nombre de «Desde el exilio« por Caro Raggio en 1999. Me parece interesante porque hace un breve recorrido por alguno de los palacios que se levantaron en Madrid y que en el momento en el que se escribió el texto vivían un periodo de decadencia, consecuencia de la ruina económica de sus propietarios y de la pérdida de relevancia social y política de las, hasta entonces, clases dominantes. Con el paso del tiempo muchos dasaparecieron para siempre y otros gozaron del favor de la fortuna y hoy los podemos admirar tal como se concibieron. En cualquier caso, los viejos palacios son el testigo de un pasado no muy lejano en el que los ricos, alta burguesía y aristócratas hacían ostentación de su poder material para admiración y envidia de los menos afortunados y de los desposeidos, que en el pasado madrileño eran mayoría y vivían lejos de saber lo que era la abundancia. Todavía no se habían inventado las «clases medias», a las que después nos apuntaríamos todos, como un gran saco en el que todos caben.
El interés del artículo radica también en su valor documental que, si bien no tan profuso como en las novelas, cuyo paradigma madrileño podría ser la trilogía de «La Lucha por la Vida», si nos acerca a la realidad, en este caso de los años cuarenta, a través del paseo por los palacios y palacetes de la ciudad, contextualizando en el tiempo la narración al retratar su ambiente, hábitos sociales, etc . Esta característica de la obra literaria y periodística de Baroja ya ha sido destacada por gran cantidad de estudiosos, contemporáneos del escritor y posteriores como AZORÍN, MANUEL BUENO, ADOLFO BONILLA Y SAN MARTÍN, GREGORIO MARAÑÓN, etcétera.
LOS PALACIOS DE MADRID
«Los palacios de Madrid en el sentido de su origen tradicional e histórico pueden decirse prácticamente desaparecidos. No ha de atribuirse el hecho a la revolución esclusivamente, sino más bien emanado de un proceso económico fatal e ineludible. Ya antes del glorioso movimiento contábanse con las manos los que mantenían su boato. Media historia de España contemporánea puede decirse escrita dentro de sus muros. Fácil será realizar un ligero repaso sobre la situación de alguno de ellos.
El famoso del Marqués de Montellano es residencia hoy de la embajada de los Estados Unidos. La italiana se aloja en el suntuoso, pero ya moderno, del Marqués de Amboage.

Palacio del Marqués de Amboage
Cerrado por testamentaría el de Larios; para arrendar el de Bailén en la calle de Alcalá; alquilado a secretaría de F.E.T. y de las Jons el del Marqués de Casa Riera (NOTA: En los jardines del palacio, que daban a la calle de Alcalá, se construyó el nuevo edificio del Círculo de Bellas Artes entre 1921 y 1926) , también sito en la calle Alcalá y que hasta hace poco tiempo defendió el último cedro que sobrevivió en la misma al cerco del dinero. También para Falange E.T. y de las Jons está dedicado el Palacio de Medinaceli, sección femenina, donde tiene su sede central esta mujer admirable que se llama Pilar Primo de Rivera, cedido temporalmente por su dueño. El de la Marquesa de Nájera es hoy prolongación del Banco de España. Cerrado el de Fernán Núñez en la calle de Santa Isabel. Quemado en el primer periodo revolucionario el de Alba, que su dueño sabemos va a reedificar y que providencialmente salvó gran parte del tesoro porque supo ver llegar los acontecimientos.
El Ministerio de Trabajo se alberga en el de la Duquesa de Parcent, calle de San Bernardo. Sigue abierto, pero en pequeña parte, el magnífico de Villa Hermosa, que ya otras de sus espléndidas dependencias las ha subarrendado a bancos, etc.
Así haríamos interminable esta lista para para sacar la conclusión primeramente expuesta de la casi desaparición total de los palacios madrileños.
Si realmente en esta residencias asentose con frecuencia el egoismo, la frivolidad y la ignorancia, qué duda cabe que fueron las más albergue de altas virtudes. En ellas recibió el pintor novel sus primeros alientos; allí encontró el mejor mercado de sus cuadros y, en general, el bibliófilo, el anticuario, orfebre, ebanista, carrocero, etc., más seguro porvenir. Por ello en todo el ámbito nacional formábanse estos sugestivos y valiosos museos que iban siendo el orgullo patrio y que muchos gozaban de categoría internacional, tales como el Palacio de Liria, la Biblioteca del Marqués de Cerralbo, cedida después al Estado…

Palacio del Marqués de Cerralbo, hoy «Museo Cerralbo».
La antigua casa de Denia ha hecho por sí sola más en favor de artistas literatos que muchas instituciones oficiales menos eficaces. En el capítulo de fundaciones benéficas la lista se haría interminable.
El Rastro madrileño acusa de manera clara este declive: junto al zapatero de viejo, Santiago, Juan, qué sé yo, verdaderas potencias dentro de su aparente sencillez, nos venden maravillas aprecios de las tiendas de lujo. Ya no es mercado de pobres… sino de ricos. Riquezas procedentes de sus legítimos dueños que las cedieron en su vertiginosa decadencia, del flujo y reflujo revolucionario, de trasiegos de investigación difícil… Por otra parte, en los sótanos de la Biblioteca Nacional se procede a la ordenación de libros de estas casas que fueron y que Recuperación Artística recoge con tesón.
La marquesa de ayer se acomoda hoy en modesto piso de vecindad o se codea con nosotros en el chalet sujeto a la ley de casas económicas. Si se verifican reuniones ha de ser en el marco obligado del Ritz.
Los moradores de estos palacios, ya de antaño, son los que daban distinción y elegancia a la capital de España en pugilato de esplendidez y poderío. Sentarse en el Paseo de Coches a finales del pasado siglo, principios del actual, constituía por sí solo un verdadero recreo ante aquel desfile brillante de últimas horas de la tarde en que la gente colmaba su entusiasmo al paso de bellezas de aquel tiempo, tales como la Marquesa de Casa Torres, Duquesa de Fernán Núñez (Isilvis Xiquena), etc. Hoy el espectador no resiste diez minutos de permanencia en Recoletos, propongo por caso, donde el paso de la gente en grupos compactos es marcado rítmicamente por el guarda de la porra con su mano enguantada. (…)

Palacio de la Duquesa de Fernán Núñez.
Palacios odiados, desaparecidos al presente. ¿Acaso ha existido dinero repartido con mayor generosidad? ¿Tiene comparación su trasiego con el préstamo bancario forzósamente medido, balanceado y sometido a constante vigilancia? ¿Ha habido en el mundo mayor tanto por ciento que el de estos aristócratas arruinados? ¿El Estado, no el de ahora, el de siempre, no ha absorbido en pocas generaciones la mayor parte de ese caudal? Desaparecidos ellos, ¿habremos ganado? Error craso el de la teoría marxista en su afán de nivelaciónsocial. Ello equivale exactamente a querer poner puertas al campo, matar la gallina de los huevos de oro, invalidar el más seguro motor de progreso. Ya se encarga ciertamente la realidad de cortarnos las alas; pero es legítimo que la ambición viva en el mayor campo posible de libertad.
Consolador que después de nuestra tragedia sea un paladín de F.E.T. y de las Jons, señor Areilza, quien haga estas afirmaciones si se quiere refiriéndose a otro aspecto de la vida, pero relacionado en suma con nuestro tema:
“Nada más lejano de nuestro propósito y aún opuesto a nuestra doctrina que suponer a la ordenaciónnacional sindicalista incompatible y menos hostil a la personalidad libre del empresario, como rector de su unidad de producción privada…”
Empresario que volverá a acumular riquezas, que legará a sus hijos, quienes encontrando fácil el camino abierto caerán fatalmente en la molicie… aunque un Estado vigilante cuide de enrarecer su clima.
Mas no importa… al fin en las mismas sociedades como en la sabia naturaleza se barajan juntamente males y remedios y estos nuevos parásitos, producto de los nuevos ricos, tendrán también muy flanqueables sus posiciones.
Acaba el muérdago con determinadas especies en la selva virgen que surgen después con mayor pujanza: creyose una vez que la facultad de produgarse en la reproducción de los arenques en el mar podía solidificar éste. Vinieron enormes cetáceos reestablecieron el equilibrio devorándolos a miles de toneladas… Como los cubos de noria abajo y arriba alternativamente tejemos y destejemos nuestra vida en movimiento incesante.»
Pío Baroja, Desde el exilio (págs. 83 a 88 )
A continuación propongo -en un corta y pega- este catálogo de palacios y palacetes que acompaño con alguna imagen ilustrativa.
Breve catálogo de Palacios madrileños
Palacio de Xifre
Situado frente al Museo del Prado, haciendo esquina a la calle Lope de Vega, se trata de uno de los ejemplos más representativos de los magníficos palacios construidos por la nueva nobleza financiera de la segunda mitad del siglo XIX.
Fue construido en 1865 por el arquitecto José Contreras como residencia del financiero José Xifré, quien llegaría a ennoblecerse al desposarse con María Chacón y Silva, hija del marqués de Isasi.
El palacio de Xifré fue uno de los edificios privados más hermosos que ha tenido la ciudad. Todos los detalles -desde la verja de cerramiento, la fachada, y hasta las habitaciones interiores- imitaban de una manera perfecta aunque muy costosa la época dorada de la arquitectura árabe. A lo largo de su historia ha tenido otros usos y huéspedes: sede de la Embajada de México y residencia del duque del Infantado.
Inexplicablemente fue derribado a principios de la década de 1950 para construir sobre su solar la Casa Sindical, actual Ministerio de Sanidad y Consumo, ejecutado por Francisco de Asís Cabrero.

Palacio Xifré, derribado en 1950.
Palacio Marqués de Cerralbo
Situado en pleno barrio de Argüelles, fue mandado construir como residencia personal de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, y notable coleccionista de armas y cuadros.
Su construcción se realizó entre 1884 y 1885 bajo la dirección del arquitecto Alejandro Lureda, resultando un palacio clasicista, con reminiscencia de los palacios italianos de estilo neo-palladiano, con jardín y mirador.
Tras la muerte del marqués en 1922, y en virtud de una donación, en 1924 fue convertido en Museo. De este modo, en sus diversas estancias como el salón de baile, la sala de billar, o el comedor de gala, se pueden observar numerosos objetos y obras de arte, como lámparas venecianas, porcelanas de Meissen, pinturas del Greco, Ribera, Murillo, Zurbarán y, entre otros, Alonso Cano, así como multitud de tapices, arcones, bargueños, y una notable colección de armas y armaduras, de los que buena parte pertenecieron a la colección particular del marqués.
Después de la Guerra Civil, el edificio fue restaurado por el arquitecto Fernando Chueca Goitia.En 1962 fue declarado Monumento Nacional.
Palacio de los duques de Villa Hermosa
Está situado en la Plaza de las Cortes, 6, con Paseo del Prado y Calle de Zorrilla.
La remodelación del entorno palaciego del Real Sitio del Buen Retiro iniciada en 1767 por José de Hermosilla vino a ordenar la vaguada del antiguo arroyo del Prado, con la creación de un nuevo espacio de relación entre el entonces límite de la ciudad y el conjunto palaciego. Este espacio lo conocemos hoy como Salón del Prado, un paraje muy emblemático de la ciudad por la belleza de sus jardines y sus fuentes (Cibeles, Neptuno, Apolo). Estas obras de mejora del Prado y la cercanía al palacio del Buen Retiro se convirtieron, ya a finales del siglo XVIII, en polo de atracción para la aristocracia madrileña.
En esta lógica, el Duque de Villahermosa adquirió en 1771 una casona barroca en el paseo del Prado, frontera al hermoso y desaparecido palacio del duque de Medinaceli, que había pertenecido a Alessandro Pico de la Mirandolla, un noble italiano muy influyente en la corte de los borbones.
En 1783 el duque encargó su reforma a los arquitectos Silvestre Pérez y Manuel Martín Rodríguez, pero no llegaría a realizarse. Entonces, el palacio era de planta sensiblemente rectangular y la distribución de las dependencias se realizaba en torno a tres patios interiores y a tres fachadas que daban, respectivamente, a un jardín lateral, al Paseo del Prado y a la Plaza de las Cortes.

El Palacio de Villahermosa está situado en la Plaza de las Cortes, 6, con Paseo del Prado y Calle de Zorrilla.
En 1805 se encarga al arquitecto Antonio López Aguado, discípulo de Juan de Villanueva, una nueva reforma del palacio. Esta vez si se llevan a terminó algunos cambios importantes, como la ubicación de la puerta principal en la fachada norte aprovechando el jardín; la ampliación de un piso más sobre los dos que ya tenía el palacio; la decoración de las fachadas con impostas y molduras de granito, y la ornamentación de los huecos de los balcones con molduras. Con estas mejoras la construcción tomó el aire de las grandes mansiones nobiliarias que se habían construido en la corte durante el setecientos (Palacios de Goyeneche y de Buenavista, de los duques de Ugena y de Liria, y de los marqueses de Miraflores y de Perales).
En 1823 el palacio se convirtió en residencia del duque de Angulema, aquel que con la invitación del Congreso de Verona vino a España con los «cien mil hijos de San Luis» para derrocar los gobiernos liberales del trienio y restituir a Fernando VII en el trono. Más tarde se convirtió en una especie de hotel para nobles y acogió durante algunos años la sociedad artístico-literaria, llamada del Liceo y de la que era ferviente impulsor José Zorrilla.
Ya en el siglo XX, tras largos años de deterioro y abandono, la Banca López Quesada adquirió el palacio y encargó una profunda reforma del inmueble al arquitecto Moreno Barberá (1973), con el fin de instalar las oficinas centrales de la sede financiera. Esta reforma, que conllevo un vaciado integral del interior del palacio, fue poco rentable para la Banca López Quesada pues al poco tiempo entró en crisis y tuvo que poner a la venta el palacio.
Fue adquirido en 1980 por el Banco de España y posteriormente cedido al Museo del Prado como edificio donde mostrar temporalmente colecciones pictóricas y celebrar exposiciones. La última reforma del palacio ha sido realizada hace poco tiempo por el arquitecto Rafael Moneo, con objeto de convertirlo en museo para acoger de forma permanente la colección de pinturas Thyssen-Bornemisza.
Palacio del Duque de Alba
Situado en la calle del Duque de Alba, 15,con calle de los Estudios, y Calle de Juanelo, en pleno Rastro Madrileño.
Sobre el gran solar que hoy ocupa el palacio estuvo ubicada durante varios siglos una enorme y sobria casona de estilo castellano que tuvo por huéspedes a ilustres y destacados personajes de la corte. Así, en el siglo XVI estuvo habitada por San Francisco Carracciolo, San Luis Gonzaga y por Pedro Médicis, hermano del Gran Duque de Florencia y carta de garantía de fidelidad para la monarquía hispana. En el siglo XVII tuvo como morador a Pedro Franqueza, Conde de Villalonga, secretario y hombre de confianza del duque de Lerma, gran válido de Felipe III, a quien se responsabilizó de oscuros episodios de corrupción, suponiéndole la caída política, la confiscación de sus bienes y la cárcel.
Parece ser que a finales del siglo XVII, el duque de Alba adquirió el caserón, junto a otra casa contigua, encargándose de las tasaciones los arquitectos Manuel y José del Olmo. El duque pasó a habitar el caserón pero parece que no hizo grandes reformas, todo lo más consistió en redimir en 1710 las cargas tributarias de los inmuebles.

Palacio del Duque de Alba, situado en la calle del Duque de Alba, 15,con calle de los Estudios, y Calle de Juanelo, en pleno Rastro Madrileño.
El edificio actual es fruto de una completa remodelación interna y externa que realizó en 1861 el arquitecto Alejandro Sureda por encargo del Duque de Berwick y Alba. Entroncando con los gustos estéticos del Madrid isabelino, el nuevo palacio adquirió un carácter clasicista, a través de la disposición simétrica de los balcones, decorados con guardapolvos y rematados con frontones, y con un portón central. Lamentablemente, y como viene siendo habitual en este tipo de construcciones, una reforma posterior alteró profundamente su distribución interior para construir en su lugar apartamentos de alquiler, a la vez que la planta baja se habilitaba para la ubicación de tiendas.
Palacio de Fernán Núñez
Situado en la calle de Santa Isabel, 44, con la calle de San Cosme y San Damián.
El palacio actual fue construido por el arquitecto Martín López Aguado en 1848, sobre el antiguo palacio de los condes de Cervellón, estado nobiliario del Principado de Cataluña vinculado a la casa ducal de Fernán Núñez. Es uno de los ejemplos más significativos de la opulencia con que vivía la aristocracia madrileña durante el periodo isabelino. Su sencillez exterior, más en línea con el orden clásico de los palacios dieciochescos –simetría en los huecos, pilastras, balcones- contrasta con el barroquismo y la suntuosidad de su salón de bailes, salones, saletas, piezas de lectura y despachos ricos en frescos, esculturas, estucos, sedas, marqueterías y cristalerías. Y es que entonces, la élite social de Madrid se relacionaba y se divertía en los palacios de la aristocracia, como en éste de Fernán Núñez, donde se celebraban tertulias, certámenes literarios, lujosas fiestas, conciertos y bailes, y a los que solía acudir con frecuencia la mismísima reina Isabel II.
En la década de 1970 fue reformado por un grupo de arquitectos compuesto por Fernando Ruiz Jaime, Federico Echevarría y Horacio Domínguez con objeto de instalar en parte de sus dependencias el Museo del Ferrocarril. En 1983 el museo fue trasladado a su nueva sede en la antigua Estación de Las Delicias y el palacio sigue destinado desde 1941 a usos administrativos de RENFE.
A lo largo de todos estos años la compañía estatal ferroviaria ha mantenido en buen estado de conservación los salones originales del palacio, preservando todo su esplendor de antaño.
Palacio Marqués de Amboage
C/ Lagasca 98.
Joaquín Roji construyó de 1914 a 1917 este palacio para los marqueses de Amboage en el considerado uno de los solares mejor situados del barrio de Salamanca.
Sigue el patrón de otros palacetes realizados en el Ensanche, situando los salones, la biblioteca, etc. en la planta baja y los dormitorios en la primera, dejando el semisótano y la segunda planta para el servicio.
Tiene clara influencia francesa, mezclando detalles de gusto rococó con elementos neobarrocos. Sus grupos de columnas rematadas por frontones curvos consigue tal dinamismo en la fachada que fue merecedor del primer premio del Ayuntamiento de Madrid al hotel particular mejor construido en el año 1918.
En la Guerra Civil se trasladó a él durante un tiempo el Ayuntamiento de Madrid.
Su interior, como en la mayoría de estos edificios, fue reformado para albergar la Embajada de Italia, que actualmente lo ocupa.
Palacio Indo
La influencia del estilo francés en los palacios de la burguesía del Madrid isabelino, quedó reflejada en la residencia palaciega que Miguel Sainz Indo se hizo construir en 1866, en la manzana comprendida entre las calles de Jenner, Fortuny, Cisne y Paseo de la Castellana.
La gran superficie del solar permitió edificar un conjunto compuesto por un edificio principal exento -de tres plantas rematadas con una esbelta balaustrada- y un extenso jardín en el que no faltaban los invernaderos. Todo el conjunto estaba cerrado con una elegante verja de hierro fundido.
Adquirido por el duque de Montellano en 1901, fue derribado en 1904 para construir uno nuevo a su gusto, obra de los arquitectos Juan Bautista Lázaro y Joaquín Saldaña. Tras la demolición de este palacio en 1966, su solar lo ocupa hoy el edificio de la Unión y el Fénix.

Residencia palaciega que Miguel Sainz Indo se hizo construir en 1866, en la Castellana. Se derribó en 1966, y su solar lo ocupa hoy el edificio de la Unión y el Fénix, diseñado por Luís Gutiérrez Soto.
Palacio de Madinacelli
Desde mediados del siglo XIX, el eje formado por los paseos del Prado y de Recoletos se fue configurando como una elegante zona residencial con la construcción de hermosos palacios para la aristocracia y la alta burguesía madrileña. Uno de los palacios más emblemáticos fue el del duque de Uceda, llamado Francisco de Borja Téllez Girón y Fernández de Velasco.
Fue construido entre 1866 y 1870 por el arquitecto portorriqueño Mariano Andrés Avenoza, en un amplio solar que había junto a la plaza de Colón, entre el Paseo de Recoletos y la calle de Génova. Se trataba de un magnífico palacio realizado al “gusto francés”, formado por dos plantas y un cuerpo superior con techumbres de pizarra.
Trás ser adquirido por el marqués de Salamanca el 15 de febrero de 1876, hacia 1890 fue comprado por doña Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, duquesa viuda de Medinaceli, además de duquesa de Denia y Tarifa. Es por esto por lo que el palacio ha sido conocido a lo largo de su historia por diversos nombres: Palacio de Uceda, de Denia, y de Medinaceli, siendo esta última la más emblemática de sus denominaciones.
Incomprensiblemente, esta joya arquitectónica del siglo XIX fue demolida en 1965 para construir el denominado Centro Colón.

El Palacio de Medinacelli, con la estatua de Colón en medio de la rotonda del Paseo de Recoletos, en una foto de 1960.
Palacio condesa de Parcent
Calle de San Bernardo, 62.
Este palacio, también conocido como la Casa de los Siete Jardines, fue construido en 1728 por el arquitecto Juan Valenciano en la calle de San Bernardo, siguiendo los cánones de las residencias nobiliarias del siglo XVIII. De hecho, en el entorno de esta calle se localizan otros palacios de similares características, como los del Marqués de Guadalcázar, de la Marquesa de la Sonora y la Casa Palacio de Antonio Barradas. Según nos cuenta Pedro de Répide en su conocida obra «Las calles de Madrid» este palacio estuvo habitado por la doctora de Alcalá, María Isidra de Guzmán y de la Cerda, conocida por sus estudios y casada con el Marqués de Guadalcázar, nombre con el que también se conoció este palacio. A mediados del siglo XIX fue habitado por la duquesa de San Fernando, más tarde unas monjas regentaron en él un colegio de niñas, y después de una etapa de abandono fue adquirido por la condesa de Parcent, convirtiéndolo en su residencia y en un museo donde fueron frecuentes las reuniones de Arte. En la actualidad acoge algunas dependencias del Ministerio de Justicia.
Palacio de Alcañices
Junto a las casas de la duquesa de Nájera.
El antiguo palacio del Marqués de Alcañices, también conocido como Duque de Sesto, estuvo ubicado en el Paseo del Prado esquina a la calle de Alcalá, en el lugar que ocuparon las casas de Luis de Haro, Marqués del Carpio y ministro privado de Felipe IV tras la caída del Conde Duque de Olivares. Con motivo de las obras de prolongación de las antiguas calles del Sordo y de la Greda, hoy llamadas de Zorrilla y de los Madrazo, se vendió el antiguo palacio y se derribó hacia 1884, ocupando el Banco de España parte de este solar a finales del siglo XIX.
Marqués de Alcañices y Marqués de Sotomayor posando frente a las caballerizas del Palacio de Alcañices.
A la izquierda de la foto el antiguo palacio del Marqués de Alcañices, junto a las casas de la duquesa de Nájera. A la derecha la estatua de la diosa Cibeles dentro de su fuente. Y en el centro, la calle de Alcalá. El Palacio se derribó en 1884 para construir el Banco de España.
Referencias.-
Baroja, Pío
Desde el exilio
(Los artículos inéditos publicados en “La Nación” de Buenos Aires, 1936-1943)
Editorial Caro Raggio
Madrid, 1999
Baroja, Pío
Aquí París
Editorial Caro Raggio
Madrid, 1998
Moral Ruiz, Carmen del
La sociedad madrileña, fin de siglo y Baroja
Turner, D.L.
Madrid, 1974
Nostalgia de las mansiones perdidas (El País)
Madrid Histórico
Pío Baroja, La lucha por la Vida: La Busca, Mala Hierba, Aurora Roja
La ciudad de los palacios (El País, 5/3/2011)