Las eras de Edward I. Koch, David N. Dinkins, Giuliani y Bloomberg, los sucesivos y últimos alcaldes de la ciudad de Nueva York desde finales de los 70 hasta la actualidad, no han conseguido romper con el gran problema de la falta de vivienda. En Nueva York -fundamentalmente en Manhattan– apenas queda espacio para vivir. Y cada día son más y más los que llegan. La especulación es uno más de los innumerables negocios que se deciden en la gran urbe.
Se considera «sintecho» o persona sin hogar a quien no tiene acceso durante el periodo de referencia a un alojamiento que cumpla unos criterios mínimos de habitabilidad, consensuados, tanto si el alojamiento es en régimen de propiedad o de alquiler, o bien si es ocupado gratuitamente con permiso del propietario o bajo contrato u otro tipo de acuerdo. En estas circunstancias, se ven obligados a dormir temporalmente en la calle o en edificios sin condiciones de habitabilidad, o en alojamientos de emergencia proporcionados por asociaciones o instituciones de carácter social, o en pensiones o casas de huéspedes o en alojamientos colectivos de larga estancia proporcionados por instituciones públicas.


En 2004, el departamente de servicios para personas sin techo daba la cifra de 38.000 personas que se veían obligadas a hacer uso de los servicios de ayuda del departamento. Cerca de 1.500 personas más se acogían a las ayudas de organizaciones religiosas. Del total, se calculaba que más de 16.000 eran menores de 18 años, lo que suponía un 43 por ciento de los acogidos. De éstos, un 43 por ciento eran niños.
Estas cifras suponían un incremento de más de un 30 por ciento con respecto al año 2002. Las cifras registradas no incluían a aquellos que no se acogían a las ayudas institucionales, aún viviendo en la calle. Al contrario de los datos negativos de Nueva York, las autoridades norteamericanas proporcionan informaciones que apuntan en sentido contrario en el resto del país. Mientras que la media de solicitudes de ayuda de alimento y vivienda de familias con niños en Estados Unidos era de un 40 por ciento, la media en la ciudad de Nueva York apuntaba a más de un 50 por ciento. Para 2007 los datos aportados por el Ayuntamiento de Nueva York son : 34.000 «sin techo», de los cuales 14.000 son niños.
Desempleo y precio de la vivienda
En Nueva York la tasa de desempleo se sitúa en un 6% y el sueldo medio ronda los 30.000 euros al año, si bien hay sueldos de más de 90.000 euros y también los hay por debajo de los 20.000 euros. Teniendo en cuenta que en Manhattan un apartamento de un dormitorio (35 m2) puede valer unos 500.000 euros y alquilarlo entre 1500 y 3000 euros al mes, es más que evidente que el acceso a la vivienda es ciertamente difícil.
Hay que considerar que, debido a la falta de suelo edificable en la isla de Manhattan, la vivienda nueva disponible por año no supera el 4% , lo que se traduce en un ávido furor especulativo que acaba por hacer casi imposible la adquisición en propiedad de una casa donde habitar. Esto se traduce en un espectacular y especulativo dato: Nueva York ha perdido en los últimos diez años más de medio millón de viviendas de renta media.
Existen viviendas de renta controlada y pisos subvencionados por el Gobierno Municipal. Las primeras han generado las más variadas e imaginativas artimañas para conseguir expulsar a los inquilinos y acogerse a las nuevas normas, auténticamente leoninas para el inquilino. Las viviendas públicas han dado muestras de ser insuficientes y, en ocasiones, de ínfima calidad, sino infraviviendas en muchos de los casos.
Los informes oficiales afirman que el incremento del número de «sin techo» en Nueva York responde al aumento de la tasa de paro y al incremento del precio de la vivienda.
Durante estos últimos años, el gobierno municipal ha trasladado a miles de familias desamparadas a apartamentos subsidiados que presentaban condiciones evidentes de inhabitabilidad, algunas de las cuales incluso ponían en peligro la salud de sus moradores, como podían ser humedades en las que proliferaban los hongos perniciosos, rotura de paramentos y tabiques, rotura de forjados y techos, instalaciones rotas o inadecuadas, inodoros rotos e inservibles, ventanas sin cristales, etc. (ver VIDEO)
Planes de ayuda
En la actualidad el alcalde Bloomberg ha puesto en acción un plan de actuación urgente para ayudar a los «sin techo» que intenta corregir las irregularidades detectadas con el anterior Plan (“Housing Stability Plus”). Según parece, el plan da un plazo de dos años a las familias sin medios para acceder a una vivienda para que alcancen estos medios. Evidentemente esta situación no llega a darse, por lo que acaban de nuevo en la calle u ocupando algún edificio abandonado. En Nueva York el mercado de trabajo no permite que aquellos que trabajan por los sueldos más bajos puedan llegar a promocionar su nivel laboral y adquisitivo. En la mayoría de los casos, las familias acogidas a los planes del Ayuntamiento están compuestas por una mujer con unos o más hijos. Si la mujer no está en paro, puede llegar a ganar alrededor de 6 euros la hora. Para pagarse una vivienda en alquiler -en el extrarradio- debería dedicar más de tres veces lo que el neoyorquino medio a la vivienda, ya que su sueldo está tres veces por debajo de la media. Es la pescadilla que se muerde la cola.
El problema fundamental radica en que el mercado de trabajo es muy rígido y permite el acceso por abajo en un espectro horizontal amplio, especialmente en el sectro servicio y en áreas no cualificadas; sin embargo el ascenso hacia arriba es muy complicado, lo cual reproduce sine die el mismo esquema estructural. Del mismo modo, el mercado de la vivienda queda restringido a un nivel medio-alto de ingresos, impidiendo a los niveles bajos su acceso.
Los otros «sintecho»
Otro aspecto de la población «sintecho» en Nueva York lo representan los enfermos mentales, los toxicómanos y los alcohólicos. A lo largo de 2006 se hizo un estudio a cargo del Departamento de de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York, que recogió datos de más de 100.000 personas adultas que entre 2001 y 2003 hicieron uso de los servicios municipales de beneficencia. El estudio halló en una razón de 1 a 7 la mayor incidencia de infecciones del VIH o/y enfermedades derivadas del padecimiento del síndrome de la población estudiada con respecto a la población de Nueva York. Del mismo modo, se halló relevancia significativa, superior a la de los casos de la población media de la ciudad, en los asiduos a los servicios sociales que presentaban cuadros de alcoholismo y adicción a alguna otra droga y el fallecimiento por afecciones cardiacas.


Otro aspecto de la población «sintecho» en Nueva York lo representan los enfermos mentales, los toxicómanos y los alcohólicos.
Buscando el número exacto
Todos los años, a principios de Marzo, más de dos mil voluntarios salen a las calles cada noche durante algunas semanas para contar a los «sintecho». El propósito es saber cúantos desamparados viven al raso en Nueva York y planificar el número de camas necesario para que todo aquel que lo solicite tenga acceso a un refugio temporal. Sin embargo, se ha criticado duramente el sistema de recuento, que no contempla a aquellos que duermen en los cajeros de los bancos, en los edificios abandonados y en otros lugares escondidos y que pueden suponer cerca de una cuarta parte del total.
Los datos de enero de 2007 daban una cifra de 3.755 personas durmiendo en las calles de Nueva York. Algunos especialistas, calculan que la cifra puede sobrepasar las 4.000 personas, pues se discute el método de medición utilizado. Entre los sistemas de medición está el de los «falsos sintecho», la mayoría estudiantes que, disfrazados de «homeless» se mezclan con ellos para identificarlos y contarlos. De esta manera, divididos en equipos, los suplantadores se unen a los vagabundos, identifican las zonas en las que duermen, y a posteriori aportan información a los investigadores. Todo por 75 dólares la noche.

Homeless y falsos homeless comparten espacio en las galerías del metro de Nueva York. Los voluntarios toman nota y remiten la información a los servicios administrativos.
Ventanas de Manhattan (Antonio Muñoz Molina)
¿Dónde encontrarían refugio esa noche los mendigos y los vagabundos de las calles de Manhattan, las bag ladies que se arrastraban por las aceras cargando grandes bolsas de basura llanas de harapos y desperdicios o empujándolas en carritos de la compra…? Pedían limosna agresivamente con sus vasos de plástico o permanecían inmóviles contra una pared, mostrando un cartón en el que habían escrito los pormenores de su infortunio, el motivo de la desgracia que los había arrojado a las calles. Caminaban a lentas zancadas como sonámbulos, sin mirar a nadie, atentos sólo a escarbar en los desperdicios que rebosaban de las papeleras, y entrre los que abundaban restos de comida basura…

Los envolvía un hedor tan denso, tan apelmazado como sus pelambres y ropajes, una pestilencia de orines, de mierda, de putrefacción y alcantarilla que evolvía el estómago… Tenían las caras rojas de alcohol y de frío, con pupas y llagas bajo los manchurrones de mugre. Eran de todas las edades, viejos decrépitos o adolescentes con las caras infectadas de granos, hombres o mujeres, blancos o negros, gigantes de barbas pelirrojas, morados de alcohol y chorreando orines mientras caminaban…

Acumulan latas de refrescos vacías, por cada una de las cuales les darán un centavo y al cargarlas a la espalda o en los carritos de supermercado que empujan por las aceras van difundiendo un tintineo ligero de metal que es como el sonido de las campanillas con el que anunciaban su presencia los leprosos medievales. (págs. 32 a 34)
Los medigos: traperos de miseria, acaparadores de basura, desertores de los hospitales psiquiátricos y los albergues municipales, gente que dio un traspié en la vida, se quedó tirada y ya no ha sido capaz de levantarse de ese nivel inferior de existencia que es la acera en la que establecen su reino y desde la que miran hacia arriba a quienes pasan atareados y urgentes junto a ellos. (pág. 177)
A Javier le llamaba la atención que hubiera tantos desperdicios en el suelo, vasos de papel, recipientes y restos de comida rápida sobre todo, rebosando las papeleras, despidiendo olores dulzones. Alguna vez, entre las bolsas y los cartones, Javier advertía un movimiento, y temía que fuera una rata, pero solía ser un homeless que se revolvía en el mal sueño de la borrachera o de la enfermedad mental. (pág. 299)

Comida basura y basura comida para los que nada tienen que perder, salvo el hambre.. (FOTO: Enrique Fidel).
Ventanas de Manhattan
Muñoz Molina, Antonio
Editorial Seix Barral Barcelona, 2004
Referencias.-
Web Coalición para los sin techo en NYC
Informe sobre el estado de salud de los sin techo en NYC
Nearly half of New York City’s homeless are children
Homeless Families At Risk
Charts Detailing the Homeless Shelter Population in New York City (pdf)
History of Modern Homelessness in New York City (pdf)
Aspectos y datos de los «Sin Techo» en Nueva York (inglés)
Una noche con los «sintecho» (inglés)
Faults Found in Apartments for Homeless Families (New York Times, July 2009)