No todos los espacios públicos de las urbes, mayores o menores, resultan igual de atractivos. Hay lugares poco acogedores que crean malestar entre sus habitantes; y otros que son ejemplo de bienestar y de convivencia. Los espacios públicos son excelentes cuando atraen la celebración de actividades públicas de todo tipo, en las que se producen intercambios sociales y económicos; cuando en ellos quedan los amigos para verse y las culturas se mezclan; cuando la calle es el acceso amable, libre de barreras arquitectónicas, de ruidos, de contaminación y de vehículos a motor, para llegar caminando a los servicios públicos (bibliotecas, polideportivos, escuelas) donde interactuamos los ciudadanos, entre nosotros y con la Administración. Cuando estos espacios funcionan bien, se convierten en escenario de nuestra vida pública. (Ver: What Makes a Successful Place? PPS, 2018.)
¿Por qué unos espacios tienen éxito y otros no?
En las ciudades, o en los barrios, para ser habitables, tiene que primar la calidad del espacio público. Según un estudio de la organización sin ánimo de lucro PPS (Project for Public Spaces) existen cuatro características comunes en los espacios públicos funcionales de éxito: son accesibles y la gente puede realizar cualquier actividad; son agradables y visualmente atractivos; y por último, invitan a la sociabilidad (donde encontrarse con los amigos y, por ejemplo, adonde llevar a quienes visitan la ciudad).
La ciudad habitable, así como el barrio o la calle habitable tienen una densidad media o baja, poseen espacios verdes, son transitables o «paseables», priman al peatón frente al vehículo privado -impulsando el transporte público y el uso de bicicletas, patinetas, etc.-, abriendo calles peatonales que antes fueron exclusivas del coche; combinan el uso residencial con el comercial, potenciando el comercio de proximidad y evitando la elitización residencial; gestionan el agua y los residuos de manera eficiente. Y, sobre todo, priorizan la seguridad, la igualdad y la libertad de sus vecinos.
Para facilitar el análisis de cualquier espacio urbano y concluir si es bueno o es malo, PPS ha elaborado una sencilla herramienta en forma de diagrama. (Ver: What Makes a Successful Place? PPS, 2018.)
¿Cómo utilizar el gráfico?
El centro del diagrama circular representa un lugar específico de cualquier agregado urbano: un barrio, una calle, una plaza, un parque, etc. Se puede hacer una valoración de un espacio conocido en virtud de cuatro criterios situados en los cuadrantes coloreados del segundo círculo. El anillo siguiente muestra un grupo de aspectos intuitivos, subjetivos o cualitativos para valorar el espacio, (como amigable, cómodo o seguro, etc). El anillo exterior marca aspectos objetivos o cuantitativos que se pueden medir estadísticamente, (como datos de delincuencia o niveles de renta, etc).
Herramienta en forma de diagrama elaborada por PPS -Project for Public Spaces-. (Ver: What Makes a Successful Place? , PPS, 2018.) Adaptación del gráfco: URBAN IDADE
En la casa de mi amiga todas las habitaciones tenían tubos fluorescentes y había mucha luz; pero la luz era triste.
La luz de los fluorescentes
«En la casa de mi amiga todas las habitaciones tenían tubos fluorescentes y había mucha luz; pero la luz era triste. En el salón había una vitrina iluminada, con escopetas de cartuchos y de perdigones y también había un Winchester americano, como el de las películas de indios y vaqueros de John Wayne, que disparaba balas de verdad; y al lado, la televisión, grande, siempre encendida a todo volumen; había muchos muebles diferentes en el salón, y en toda la casa. Y, a veces, había mucha gente y un perro hiperactivo medio tonto que no sabía cazar y no paraba de ladrar; y una abuela manchega bonachona y achacosa que se quejaba mucho a la que no dejaban de reñir. Pero, aunque había mucha luz y mucha gente y mucho ruido, la casa era triste. Y la gente también era triste». (E.R.E. memorias apócrifas)
«En la casa de mi amiga sólo me calmaba la quietud de la cocina que iluminaban unos fluorescentes, mezclando su claridad tenue con los rayos de sol que se colaban por el patio de luces. En la nevera siempre había tetrabricks de vino tinto del malo y yo me aficioné a su sabor fresquito. Así que un día, reflexionando delante del fregadero en la iluminada cocina, mirando al techo, me di cuenta de que me gustaban mucho las cocinas iluminadas con tubos fluorescentes con ventanas por las que entra el sol tenuemente.» (E.R.E. memorias apócrifas)
Me gustan las cocinas iluminadas con tubos fluorescentes…
«Creo que me gustan las cocinas iluminadas con tubos fluorescentes… Me parece una luz rigurosa para el trabajo minucioso. Una cascada lumínica, una “bañera” de claridad para poder ver el detalle que acompaña el conjunto del entorno donde encontrar los utensilios e ingredientes necesarios para la tarea diaria. Cuando esa luz se integra con otras luces matizadoras más cálidas como la luz del sol, u otras artificiales que reproducen su naturaleza, el conjunto es armónico y genera sensación de paz. Y facilita el trabajo…» (E.R.E. memorias apócrifas)
Cocina industrial iluminada con fluorescentes. Cuando la luz es abundante y de calidad el ambiente es armónico. Cuando la calidad de la luz y su cantidad es pobre la salud puede quedar afectada.
Mala luz: desorientación, falta concentración…mala leche
«En casa de mi amiga no sabían que la luz artificial mala, de mala calidad -igual que el colesterol malo- influye negativamente en la salud. También en el rendimiento intelectual; y que cuando es insuficiente y la calidad es mala, muy mala, puede producir desorientación, falta de atención y concentración, desánimo, cambios de humor y comportamiento, pérdida de memoria, estrés, ansiedad, cefaleas, mareos, falta de energía, fatiga crónica, inapetencia sexual, trastorno afectivo emocional, insomnio, depresión, y mala leche…» (E.R.E. memorias apócrifas)
Taller de coches iluminado con tubos fluorescentes.
Alguna vez he visto…
Alguna vez he visto como se trabajaba en algún taller de chapistería y pintura, en cocinas de restaurantes, en talleres de mármol, operando solamente con luz de tubos fluorescentes y he pensado: “¡cuánta pobreza!”; «cuánta mala leche lumínica se respira». He pensado en los trabajadores por las condiciones infra-lumínicas en las que trabajan: «qué pena de luz»; «cuánta tristeza», me he dicho. Además de ser fluorescente, la luz en aquellos lugares era poca y la atmósfera de los locales muy triste. La calidad de la luz y su cantidad nos afectan a niveles neurológicos y fisiológicos y, sobre todo, causan desánimo y tristeza. Falta de motivación y mala leche.
Restaurante popular de la costa mediterránea iluminado con fríos tubos fluorescentes.
…y no me gusta la luz de los fluorescentes…
Me he dado cuenta de que solo me gusta la luz de los fluorescentes en la cocina de casa. Pero no en la cocina de los restaurantes, porque por lo poco que he visto puede ser escasa, como el espacio mínimo en el que se trabaja, como escaso el aire que se respira.
Bar castizo de Madrid iluminado por fluorescentes.
… en un bar o en un restaurante, por ejemplo
Alguna vez he estado en un bar iluminado con tubos fluorescente y me ha disgustado. Luz demasiado blanca, anodina, insustancial y fastidiosa. No me gusta la luz de los tubos fluorescentes en los bares. Menos aún en los restaurantes. Me parece la luz ideal para estropear cualquier momento que aspire a ser agradable. Vilipendia un buen filete o una buena ensalada. O un buen postre. Es desconcertante para el ocio. Es una luz que no motiva; es aburrida y triste. En un restaurante, el fluorescente resulta ofensivo para el comensal que quiera disfrutar del acto íntimo y feliz de comer con gozo y sin dispersión en un ambiente relajado.
La luz blanca del fluorescente asusta a los posibles parroquianos de cualquier templo del yantar. Vale para echar la partida de cartas o de dominó. Hasta para sorber el chupito rápido te conduce por sus efluvios alcohólicos a cualquier edén . Sólo los desprevenidos se engañan ante esta luz. El fluorescente es todo un despropósito… ¡Nunca más tubos fluorescentes en el comedor de un restaurante!
Antiguo bar del amigo de mi amiga, ya desmantelado. Los fluorescentes del techo no se ven, pero ahí estaban.
El bar del amigo de mi amiga
Un amigo de mi amiga tenía un bar y se empecinaba en mantener las luces fluorescentes blancas en el techo. Por baratura, principalmente. Era un bar de pueblo. Según Wikipedia, un pueblo de 13.110 hab. en 2017. Así que un pueblo grande. El bar era sencillo, de unos 70 m2, con una barra simple, las paredes tapizadas a media altura con listones semicirculares de pino machimbrados con un barniz oscuro y envejecido o avejentado por los años; el resto estaba pintado en un ocre agradable y poco más. El suelo era de terrazo rojizo gastado y las sillas y las mesas eran también de pino barnizado. El bar era normal y casi acogedor. Pero la luz clara de los fluorescentes blanquecinos nunca me gustó. Tampoco en la cocina, que era muy pequeña.
Este local se parece mucho al antiguo bar del amigo de mi amiga. A lo mejor es el mismo después de una reforma importante, con otra iluminación; casi seguro.
Creo que las tapas que ponía el amigo de mi amiga, con todo su esfuerzo por agradar, se desvanecían a diario en la nada a causa de la anodina luz del bar. Aunque le hablé del tema, no me entendió y tampoco me atendió. Como no soy su amigo, solo soy el amigo de su amiga, no quise insistir. Al final, el bar tuvo que cerrar porque no tenía clientes. Los que tenía eran viejos parroquianos de chateo barato que bebían mucho, veían poco y nada sabían de luces. Y el amigo de mi amiga se fue al paro. Ahora trabaja de camarero en un bar-restaurante muy cerca de su antiguo negocio. El dueño es un empresario avisado, más que «prudente, discreto o sagaz», que se ha adaptado, antes que tarde, a las modas que vienen o que ya están. Tiene un local cómodo para la clientela, que despacha todo lo que ahora se busca en un bar moderno y está mucho mejor iluminado que los clásicos del pueblo, sin luz blanca. Han desaparecido los fluorescentes. Los ha cambiado por modernos LEDs de tonos cálidos. Sin duda, se ha dejado asesorar.
Conclusión
«Mi amiga hace tiempo que vive en una casa con tubos fluorescentes solo en la cocina, y los quiere quitar. En un arresto de modernización, en las demás habitaciones de su casa ha sustituido las antiguas bombillas y ahora todo lo ilumina la tecnología LED«. A mí, los fluorescentes siguen gustándome y disgustándome en la medida ya declarada. La mayoría vamos diciendo adiós, sin conmiseración, al neón de los fríos fluorescentes en el conjunto de los espacios públicos. Y también en las cocinas. El sentir popular se vuelca a favor de las nuevas tecnologías de la luz. En este asunto hay que ser popular o popularista, que es lo mismo, y mirar a lo práctico. Viva la revolución lumínica. ¡Viva el led! O lo que venga…, que la luz va a toda velocidad.
Seguimos insistiendo desde este BLOG en la idea de no dejar escapar las imágenes de nuestra memoria. No queremos perder el recuerdo del pasado y las fotografías que retienen el recuerdo de lo vivido son el mejor instrumento para no olvidar. Si tienes fotografías del distrito de CHAMARTÍN y/o de Chamartín de la Rosa y quieres colaborar en un proyecto editorial que recupere su memoria visual y humana, ponte en contacto con el BLOG.
Seguimos insistiendo desde este BLOG en la idea de no dejar escapar las imágenes de nuestra memoria. No queremos perder el recuerdo del pasado, y las fotografías que retienen el testimonio de lo vivido son el mejor instrumento para no olvidar. Se trata de algo que va más allá de la nostalgia. Y buscamos a sus protagonistas.
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Lo que se intenta describir en este artículo es el ejemplo de una importante intervención política en el área de la vivienda social en la década de los años cincuenta del siglo XX en los EE.UU. En concreto el del ambicioso proyecto Pruitt-Igoe (St. Louis, Missouri, 1941-1974), cuyo estrepitoso fracaso acabó con su derribo, creando un mito, nacido de la afirmación de que aquel episodio anunciaba el fin de la «arquitectura moderna».
A estas alturas del siglo XXI, inmersos en preocupantes procesos de crisis económicas y políticas, hablar de grandes proyectos sociales habitacionales (arquitectura social) de carácter y de esencial compromiso humano, sorprenden o aburren en términos parecidos. Esencialmente porque ya pocos confían en su necesidad, a pesar de que sigue habiendo dificultad de acceso a la vivienda para gran parte de la población, y aún menos en su viabilidad económica para las administraciones, cuyos objetivos prioritarios son menos sociales.
Lo que se intenta describir en este artículo es el ejemplo de una importante intervención política en el área de la vivienda social en la década de los años cincuenta del siglo XX en los EE.UU. En concreto el del ambicioso proyecto Pruitt-Igoe (San Luis, Missouri, 1941-1974), cuyo estrepitoso fracaso acabó con su derribo, creando un mito, nacido de la afirmación de que aquel episodio anunciaba el fin de la «arquitectura moderna».
Urbanismo social en San Luis
El gran proyecto de urbanismo social conocido como Pruitt-Igoe, desarrollado entre 1954 y 1955 en la ciudad estadounidense de San Luis (Missouri), intentó realojar a la población urbana depauperada y a la peri-urbana marginal. Lo hizo en un proceso en el que indirectamente y sin intención aparente se favorecía la exclusión social a través del propio modelo que aprovechaba el éxodo de las clases medias más acomodadas hacia el extrarradio. Esta clase abandonaba el centro urbano y la autoridad pública aprovechaba para reconstruirlo, en un intento de dar nueva vida a la vieja urbe con nuevos vecinos y nuevas construcciones. Esta población de clase media estaba huyendo hacia las nuevos barrios extensos que en paralelo se construían en las afueras y que actualmente rodean la antigua urbe, contribuyendo al abandono de la ciudad histórica, cada vez más fantasmal y cada vez más pobre. Esas clases medias, temerosas, abandonaron la ciudad y nutrieron las inmensas extensiones de polígonos de unifamiliares que tanto abundan en los EE.UU, en un modelo difícilmente sostenible como es el de la ciudad extensa de chalés clonados en números casi infinitos.
Construcción del proyecto de vivienda social Pruitt-Igoe, desarrollado entre 1954 y 1955 en la ciudad estadounidense de San Luis (Missouri).
Antecedentes
En el contexto del siglo que duró el periodo desde la Guerra de Secesión norteamericana y la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los afroamericanos que vivían en los estados del Sureste y Sur-Centro de Alabama, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Luisiana, Misisipi y Texas emigraron a las áreas rurales del Noreste industrial, del Medio Oeste y, en menor medida, a la Costa Oeste. En esa época, en los Estados Unidos , las grandes ciudades experimentaban el proceso de huida de las clases medias del centro urbano a la periferia. Las clases medias emergentes abandonaban la ciudad y se establecían en las nuevas periferias de viviendas unifamiliares, calcadas en diseño y características, alejadas de la urbe en la que sólo se mantenían la administración y las clases menos pudientes. (Ver Wikipedia)
La clase social más desfavorecida, compuesta en su mayoría por negros y blancos procedentes de áreas rurales, vivía en los suburbios. Aprovechando el abandono del centro histórico, se produjeron esporádicas ocupaciones de viejas construcciones que acabaron por componer barrios enteros constituidos por una población sin apenas recursos, comprometiendo así las intervenciones de las políticas locales. Esta situación generó inquietudes en la Administración y en los medios sociales.
Proyecto de vivienda social Pruitt-Igoe, desarrollado entre 1954 y 1955 en la ciudad estadounidense de San Luis (Missouri).
En 1947, los políticos responsables de la planificación de San Luis propusieron la construcción de bloques de edificios residenciales de baja densidad y un parque público para la población pobre. En 1949, sin embargo, se optó por la limpieza total de los barrios marginales y su sustitución por viviendas públicas de alta densidad. En particular, la Autoridad de Reurbanismo y Desmonte de San Luis (Saint Louis Land Clearance and Redevelopment Authority) adquirió y derribó los barrios menos favorecidos del anillo central. Vendió los terrenos a precios más bajos a promotores privados, con la intención de promover el regreso de la clase media y del crecimiento del sector de los negocios. Otro organismo oficial, la Autoridad de Vivienda de San Luis (Saint Louis Housing Authority), limpió la zona para construir viviendas públicas en la antigua población de los barrios más pobres.
En 1950, San Luis financió 5.800 unidades de vivienda pública, entre ellos , Cochran Gardens, de 1953, destinado a blancos con bajos ingresos. El conjunto tenía 704 viviendas dispuestas en doce grandes edificios. Los siguientes proyectos serían Pruitt-Igoe, Darst-Webbe y Vaughan. Pruitt-Igoe estaba destinado a jóvenes blancos y negros de clase media, aislados en diferentes edificios; mientras que Darst-Webbe iba dirigido a inquilinos blancos con ingresos escasos. La vivienda pública en Missouri mantuvo la segregación racial hasta 1956. A partir de la fecha la población negra pudo acceder a todo el complejo, lo que produjo cierta incomodidad.
Pruitt-Igoe estaba compuesto de 33 edificios de once plantas cada uno situados cerca del norte de San Luis.
«Pruitt-Igoe», un ambicioso proyecto de urbanismo social
Durante los años 1940 y 1950, la ciudad de San Luis, aprisionada por sus límites establecidos en 1876, era «un lugar atestado»; en sentido clásico, parecía y se sentía como una verdadera gran ciudad… como sacada de una novela de Charles Dickens. «Su acumulación de viviendas se deterioraron durante el período de entre-guerras y la Segunda Guerra Mundial. Más de 85.000 familias vivían en pisos del siglo XIX y un estudio oficial de 1947 reveló que 33.000 hogares aún tenían baños comunales.» Los residentes de clase media, en su mayoría de raza blanca, estaban abandonando la ciudad y sus antiguas residencias las ocupaban familias de bajos ingresos. Los barrios negros (al norte) y los blancos (al sur) de la parte antigua de la ciudad se segregaron y expandieron, amenazando con engullir el centro de la ciudad. Para salvar las propiedades del centro de una inminente devaluación, las autoridades de la ciudad de San Luis iniciaron un re-desarrollo del «anillo central» alrededor del distrito central de negocios. La decadencia ahí fue tan profunda que la gentrificación de los bienes inmuebles existentes se consideró poco práctica. (Ver Wikipedia)
Plano de San Luis (Missuri) en la década de los 50 del siglo XX.
El complejo Pruitt-Igoe fue diseñado por el arquitecto Minoru Yamasaki, autor también de las torres del World Trade Center, junto con un equipo de colaboradores. Poco tiempo después de su construcción, las condiciones de vida en Pruitt-Igoe comenzaron a decaer; y en la década de 1960, la zona se encontraba en una situación de pobreza extrema, con altos índices de criminalidad y segregación , lo que provocó la reacción de los medios de comunicación internacionales ante el espectacular declive del barrio.
El nombre de la promoción se debía a Wendell O. Pruitt, un piloto afroamericano natural de San Luis que luchó en la Segunda Guerra Mundial, y William L. Igoe, antiguo congresista estadounidense. En un principio la ciudad se planificó en dos sectores: los hogares del capitán W. O. Pruitt para los residentes negros, y los apartamentos William L. Igoe para los blancos. Anteriormente a la construcción del complejo, el terreno era conocido como el barrio De Soto-Carr, un gueto de la comunidad negra en el que reinaba la pobreza extrema. Pruitt-Igoe estaba compuesto de 33 edificios de once plantas cada uno situados cerca del norte de San Luis.
Cartel publicitario de un proveedor de Pruitt-Igoe, desarrollado en la ciudad estadounidense de San Luis (Missouri).
En 1951, Architectural Forum aplaudió el proyecto de Yamasaki, recibiendo un galardón del Instituto Americano de Arquitéctos. Se dispusieron cerca de 25 ha de terreno para la construcción de los 33 edificios del nuevo barrio que se proyectaron en un estético estilo internacional. En un principio Yamasaki planteó mezclar edificios de diferentes alturas y densidades bajas, pero las exigencias de economía planteadas por las autoridades políticas hicieron cambiar los planes y se terminó por edificar un solo modelo de once alturas con ascensores que solo paraban en las plantas impares con un total de 2.870 apartamentos . Igualmente, se rebajó la calidad de los materiales y se redujo al mínimo el tamaño de las viviendas, aumentando la densidad. Las plantas inferiores disponían de áreas cómunes de servicios a lo largo de amplios corredores. A pesar de ello, fueron muchas las familias para las que su traslado a las nuevas residencias fue como un sueño hecho realidad.
Vista general de Pruitt-Igoe.
De forma paradójica la ocupación nunca sobrepasó el 60%, llegando al nivel más bajo, un 33%, en 1965. Pruitt-Igoe a lo largo de 1960 fue entrando un creciente estado de abandono y deterioro que acabó convirtiendo al barrio en una zona decadente y peligrosa por su inseguridad. Ahora parece evidente que el ahorro en los costes de la construcción y sus consecuencias supusieron un alto coste social. Algunos residentes de los diferentes bloques, que vivían en condiciones precarias, generaron situaciones de tensión y delincuencia dentro del vecindario. Se producían asaltos en el interior de los portales, en los corredores o en los rellanos de las escaleras y además eran comunes el vandalismo, los destrozos de los bienes comunes y el abandono generalizado.
En 1971 en Pruitt-Igoe sólo había seiscientos vecinos que ocupaban diecisiete edificios. Pese a la decadencia de las zonas públicas y la violencia de pandillas, Pruitt-Igoe mantuvo un relativo bienestar durante sus peores años. Los propios inquilinos trabajaban y limpiaban las zonas comunes, aunque la situación fue cada vez empeorando más.
Vista de Pruitt-Igoe en 1960.
Demolición del proyecto
En 1972, a menos de 20 años de su construcción, el primero de los 33 gigantescos edificios se demolió mediante una voladura controlada. Los 32 restantes se derribaron en los siguientes dos años. El lugar quedó limpio y despejado definitivamente en 1976. Actualmente, el solar lo ocupan parcialmente las escuelas públicas Gateway Middle School y Gateway Elementary School, además de la escuela militar Pruitt Military Academy. El resto del terreno fue plantado con árboles. El antiguo barrio De Soto-Carr que rodeaba a Pruitt-Igoe también se derribó y se ocupó por viviendas unifamiliares.
Secuencia del derribo de Pruitt-Igoe en 1974.
Pruitt-Igoe fue una de las primeras demoliciones de edificios de arquitectura moderna que se produjeron, lo que sumado al estrepitoso fracaso del proyecto, llevó a definir aquella jornada al arquitecto e historiador de la arquitectura Charles Jencks en El lenguaje de la arquitectura posmoderna como «el día en que murió la arquitectura moderna«. El predicamento del autor de esta sentencia creó el conocido mito de Pruitt-Igoe que daba como válida la afirmación, responsabilizando del fracaso al proyecto arquitectónico.
Secuencia del derribo de Pruitt-Igoe en 1974.
A pesar de la amplia evidencia de las múltiples causas económicas y sociales que ocasionaron el deterioro del barrio el mito de Pruitt-Igoe se ha ido extendiendo a lo largo del tiempo y fue habitual que se culpase a la inadecuación del modelo arquitectónico como causa de la desintegración de la estructura social de sus ocupantes. No se tuvieron en cuenta, sin embargo, las numerosas situaciones que comprometieron el éxito del proyecto, como fue la crisis económica del momento y el grave problema de discriminación racial que se vivía. Además, las exigencias de las autoridades de San Luis y de la Administración de Viviendas Públicas, apenas permitieron a los arquitectos flexibilidad en su capacidad de decisión, por lo que perdieron el control del proyecto original en que primaba la baja densidad.
Comenzó como una maravilla de la construcción y dos décadas después acabó convertida en escombros. Pero, ¿qué ocurrió entre medias? El Mito de Pruitt-Igoe cuenta la historia de la transformación de la ciudad americana de St. Louis en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial a través de la lente del desprestigiado proyecto de vivienda social Pruitt-Igoe y de quienes allí vivieron. En este documental se trata desde una perspectiva histórica el importante impacto de los programas de renovación urbana de la década de los 50-60 que agilizaron el proceso de suburbanización, despoblamiento, y abandono de industrias y oficinas en las ciudades americanas. En este proceso de desindustrialización y despoblación del centro urbano se produjeron conflictos de clase y raza. Los residentes de Pruitt-Igoe fueron víctimas de esta situación. Sus emotivas historias de supervivencia, adaptación y éxito son el corazón de este documental. Las turbaciones domésticas causadas por las políticas punitivas de bienestar público; las relaciones frustrantes con las paternalistas y fiscalizadoras Autoridades de la Vivienda; y la creciente desocupación, vandalismo y delincuencia llevaron a los residentes a protestar a lo largo de 1969. Una de sus acciones fue negarse a pagar los alquileres. Toda esta situación fue creando un estereotipo, que con las imágenes de los derribos no hizo sino ayudar a que se perpetuase la idea del fracaso; fracaso que se ha utilizado como argumento para condenar la arquitectura moderna y el estilo Internacional, atacando los programas de asistencia pública y estigmatizando a los residentes de las viviendas públicas de acogida. Este documental pretende examinar los intereses envueltos en el proyecto de creación de Pruitt-Igoe, valorando los rumores y los estigmas surgidos. Y también pretende derribar el mito. (DOCUMENTAL)
El Ayuntamiento de Oporto (Portugal) continúa apostando por la enajenación de inmuebles públicos como intento para obtener ingresos. Esta práctica ejecutada en los inicios de la crisis económica por el anterior alcalde Rui Rio, tiene continuidad con el actual presidente de la Cámara Municipal, Rui Moreira, dispuesto a equilibrar las arcas municipales a cuenta de vender el patrimonio inmobiliario municipal.
En la lista de inmuebles a vender, presente en los Presupuestos Municipales de 2014, figuran propiedades que ya estuvieron en la plaza pública sin demasiado éxito como el antiguo matadero municipal, y algunas novedades como el Palacete “Pinto Leite”.
El Ayuntamiento de Oporto (Portugal) continúa apostando por la enajenación de inmuebles públicos como intento para obtener ingresos. Esta práctica ejecutada en los inicios de la crisis económica por el anterior alcalde Rui Rio, tiene continuidad con el actual presidente de la Cámara Municipal, Rui Moreira, dispuesto a equilibrar las arcas municipales a cuenta de vender el patrimonio inmobiliario municipal. En la lista de inmuebles a vender, presente en los Presupuestos Municipales de 2014, figuran propiedades que ya estuvieron en la plaza pública sin demasiado éxito como el antiguo matadero municipal, y algunas novedades como el Palacete “Pinto Leite”. Entre los terrenos y edificios a la venta, de los que apenas se llevarán a cabo un 80 %, el Ayuntamiento de Oporto calcula unos ingresos de algo más de 21 millones de euros. De las propiedades municipales que el Ayuntamiento está dispuesto a enajenar se encuentran un terreno en Campo Alegre, que ya se intentó vender sin éxito en anteriores ocasiones, el antiguo matadero municipal, un conjunto de edificios en el casco histórico y el Palacete de “Pinto Leite”. Del total del patrimonio que el Ayuntamiento de Oporto quiere deshacerse , el que mayores expectativas tiene de venderse es un conjunto de viviendas situadas en las calles Clube Fluvial Portuense y de S. João, con un valor aproximado de un millón de euros. Se trata de unos edificios que debían haber pasado a ser propiedad de la empresa municipal “Oporto Ocio”, como pago por el proyecto de rehabilitación del “Pabellón Rosa Mota”/Palacio de Cristal, pero que ahora, también concurrirán en la subasta pública.
Palacete “Pinto Leite”
Destaca el Palacete de “Pinto Leite” que, entre 1975 y 2008 albergó elConservatorio de música de Oporto, y que hasta la fecha ha servido para el desarrollo de actividades culturales y de tiempo libre. El edificio está valorado en 2 millones y medio de euros.
El palacete “Pinto Leite”– otrora conocido como Casa do Campo Pequeno – se encuentra en la Rua da Maternidade, Massarelos. Lo encargó construir Joaquim Pinto Leite a mediados del Ochocientos. Se trata de un notable edifício, donde es visible la influencia inglesa, por la cobertura de azulejos de factura británica elaborados en la Minton,Hollings & Company, de Stoke-on-Trent, en un momento en que la arquitectura portuense se dejaba llevar más por las tendencias de las bellas artes francesas.
El Ayuntamiento de Oporto compró el edificio al los herederos propietarios en 1966 e instaló en el local el Conservatorio Municipal de Música. En las antiguas cocheras se almacenaron colecciones de los Museos Municipales con el propósito de crear en el Palacete «Pinto Leite» una Casa de las Culturas. Ahora se vende al mejor postor.