(Foto: Jaume d’Urgell, en Flickr, 2006)
El revisionismo histórico que estamos conociendo de unos años a esta parte de la mano de «ilustres» eruditos del estilo de Pío Moa, antiguo activista antifranquista, que defiende la tesis de que la Guerra Civil comenzó por culpa de la izquierda en octubre de 1934, (argumentación y conclusiones que coinciden en lo esencial con las de los historiadores franquistas de la inmediata posguerra) y que se ve arropada por la crítica benévola de representantes del neoconservadurismo americano como Stanley George Payne; o César Vidal, autor de divulgación extraordináriamente prolífico (que afirma hablar ocho idiomas y traducir dieciseís) , que convierte en destino histórico el enfrentamiento entre el Islam y España, ha generado una corriente, entre un auditorio poco avisado, de hostilidad hacia la recuperación del pasado reciente con carácter de justicia positiva en la forma de Memoria Histórica.
Inscripción en el edificio del Ejército del Aire de Madrid (Luís Gutiérrez Soto, 1942) Reza la placa: «Francisco Franco, Caudillo de España, 1954»
Al respecto dice Javier Tussell dice: «Todo historiador parte de unas fuentes primarias y logra una interpretación original que se escribe en el hipertexto de nuestros conocimientos y que sin duda -en un futuro próximo- será objeto de reconsideración. El «revisionista» actúa de otro modo. No parte de preguntas, sino de seguridades o de presunciones. No acude a las fuentes primarias, sino a las secundarias que pretende elaborar con originalidad. Lo hace, sin embargo, con extravagancia acudiendo a interrogantes inapropiados que remiten a la posición partidista que ya ha adoptado. Elude la técnica del historiador y por eso suele magnificar el dato irrelevante para sus propios fines o tomar la parte por el todo. Huye de matices porque lo suyo es el dualismo maniqueo, la simplificación o la parcialidad. Ansía la polémica porque parece concederle el privilegio de una posición innovadora o situarle en idéntico plano de los profesionales de la Historia.
En España ha aparecido un revisionismo histórico en los últimos tiempos que siempre ha movido a la duda acerca de si merecía la pena dedicarle alguna atención. Lo cierto es que, en términos de ciencia histórica, rotundamente no es así, pero quizá la respuesta debe ser positiva en cuanto denota un deslizamiento de la derecha social y política hacia un neoconservadurismo radical. Consigue cierto éxito entre un público lector, poco propicio a sofisticaciones, pero de ahí no deriva su peligrosidad . Ésta consiste en difundir una serie de presunciones que en nada facilitan la convivencia».¿Crispación?
«En el trasfondo de las posiciones defendidas por estos autores hay, por supuesto, una interpretación política de consumo inmediato. No brilla, en cambio, una labor previa de trabajo en los archivos, unas preguntas coherentes con el conjunto de nuestros conocimientos, ni siquiera la mínima voluntad de saber. Todo consiste en culpar desde tiempos remotos a la izquierda -y los nacionalismos- de una actitud revolucionaria con resultado totalitario y exterminador del adversario. Y claro está que, puestos a simplificar, lo mismo podría argumentarse de la derecha. Lo abracadabrante es utilizar éste de argumentación histórica -e insostenible como tal- para la batalla política diaria y actual. A partir de su uso la convivencia es imposible.» ¿Crispación? (Javier Tussell, 2004)
Placa del Instituto Nacional de la Vivienda: «Viviendas sociales para todos», ley del 15 de Julio de 1954
Estos historiadores revisionistas parten de estrategias previamente planificadas por los creadores de ideas de la corriente «neocon» y para ello cuentan con el apoyo y el respaldo de los los grupos de poder mediáticos: radio, prensa y televisión. Los cuales, a su vez, cuentan con el respaldo de grupos empresariales, bancos y fundaciones. Todo un entramado terrorífico.
La labor de este revisionismo histórico se basa en la manipulación y ocultación de datos contrastables y constatables, haciendo interpretaciones aviesamente sesgadas y mintiendo en las conclusiones, si no inventándolas. Además, el carácter prolífico y multidisciplinar de algunos de estos autores -curiosamente los que más se han significado en un primer momento- forma parte del apoyo editorial y mediático que se les otorga, orientado a alcanzar la mayor difusión posible del ¿pensamiento? (Más sobre el tema)
En relación a todo este folletinesco asunto de guiones, guionistas y actores surge la Ley de la Memoria Histórica , según la cual y a través de un conjunto de disposiciones se intenta devolver la dignidad a todos aquellos que todavía no vieron compensadas las penalidades y sufrimientos padecidos durante la guerra civil, o que padecieron prisión en la época franquista, y a quienes padecieron persecución o violencia trás la guerra, y a los cuales se pretende reconocer y ampliar derechos, estableciendo medidas en su favor.
El proyecto de ley de la memoria histórica prevé en su articulado la retirada de los símbolos, nombres de calles y monumentos relacionados con el franquismo: la ley establece que los escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura deberán ser retiradas de los edificios y espacios públicos. La retirada no será de aplicación cuando [..] concurran razones artísticas, arquitectónicas, o artístico-religiosas protegidas por la ley, lo cual se podrá aplicar a las iglesias.
El proyecto de ley de la memoria histórica prevé en su articulado la retirada de los símbolos, nombres de calles y monumentos relacionados con el franquismo.
En Madrid todavía tenemos cerca de 200 avenidas, calles, callejas, travesías,plazas y plazuelas con toponimia derivada del periodo franquista, según los datos aportados por el Foro de la Memoria.
Entre las calles de Madrid, incluidas en el listado de un trabajo de Luís Miguel Aparisi Laporta de 2001 figuran las siguientes: Calles Caídos de la División Azul, Mártires de Paracuellos, Agustín de Foxá, Alberto Alcocer, Capitán Blanco Argibay, Capitán Haya, Comandante Zorita, Doctor Gómez Ulla, General Millán Astray, Joaquín Bau, Ministro Ibáñez Martín; Plazas del Caudillo, Arriba España y la de Fernández Ladreda (plaza Elíptica); Avenidas del Conde de Mayalde, Arco de la Victoria, Cerro de los Ángeles, General Fanjul y la Avenida de la Paz; Colonia Moscardó, Calles Primero de Octubre, General Yagüe, Hermanos García Noblejas, etcétera.
La polémica que ha generado la retirada de los símbolos y de los nombres de calles vinculados al franquismo se ha dado en todo el País y se mantendrá hasta que no quede ningún icono ni ninguna calle. Los afectos al pasado reclaman respeto por la memoria de lo que consideran el recuerdo de su victoria y los partidarios del «borrón» claman por su derecho a recordar olvidando.
Lo más normal será que con el paso del tiempo se vayan retirando viejos restos del oscuro pasado sin que nadie diga nada.Y al final lo que quede será mero testimonio. Cuando en el 2050 un niño le pregunte a su abuelo porqué su calle se llama Batalla del Ebro, por poner un ejemplo, el abuelo tendrá una buena excusa para explayarse en sus profusos conocimientos de historia de España y le explicará a su nieto que en tierras del bajo Ebro, allá por Tarragona, se libró una vez una de las más cruentas batallas de que se tiene conocimiento en tierras hispánicas…
Referencias.-
Símbolos franquistas en España/ 20 minutos
Toponimia franquista en calles de Madrid
Callejero franquista (El País)
Ley de la Memoria Histórica de España
Historiadores e investigadores. Foro por la Memoria
Federación de Foros por la Memoria
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica
Archivo General de la Guerra Civil Española
Por la recuperación de la memoria histórica
Urban Idade 