El elefante del Museo de Ciencias Naturales

Al elefante, una vez muerto, le arrancaron los colmillos, que pasaron a engrosar la colección particular de trofeos del duque, y se le quitó la piel que luego se donó al Museo de Ciencias Naturales. Fue el mayor de los elefantes disecados que se conocían hasta la fecha

Hace unos días estuve con mi hija de seis años en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN). Hacía mucho tiempo que no pasaba por alli. Cuando era pequeño, desde finales de los sesenta en adelante,  iba con mi padre al menos una vez al año.  También fui un par de veces con el colegio, que estaba muy cerca  -bajábamos andando-. Luego, ya siendo mayor,  iba solo. Es decir que para mí este museo, que ha formado parte de mi infancia, ha estado siempre muy presente. Y aunque luego mi devenir académico y  profesional, es decir lo que me ha ido dando de comer, se haya encaminado hacia asuntos bien distintos, menos «naturales»,  mis  intereses siguen siendo los mismos que hacían que en la infancia me atrajese tanto este lugar.

El Museo de Ciencias Naturales de aquella época que recuerdo, y que ya empieza a parecerme lejana, es el de un espacio gigantesco y misterioso repleto de vitrinas en las que se exponían cientos de animales disecados, esqueletos reconstruidos, réptiles y anfibios decolorados conservados en formol dentro de frascos de cristal, colecciones de mariposas e insectos de todos los tamaños atravesados con alfileres, fósiles y  minerales guardados en cajas con divisiones para cada pieza, láminas con grabados de plantas y muchas más cosas que voy recordando a raiz de esta última visita y de las fotos de la época. Aquello era un auténtico maremágnum de  Botánica, Mineralogía y Zoología hasta el punto de abrumar, más aún ante los ojos de un niño.

Los hermanos Benedito acertaban a dar movimiento y vida a sus aves y mamíferos naturalizados; los disponían, en un entorno admirablemente reproducido del natural dentro de la vitrina y, a menudo,  en grupos con un sentido singular del comportamiento biológico y a la vez de la composición en obras de arte. Se ayudaban para ello con fotografías tomadas en la naturaleza. (MNCN)

Algunas de las vitrinas de madera y cristal de gran tamaño contenían  reproducciones de  los ecosistemas en los que vivían los animales disecados y naturalizados en este nuevo medio artificial y casi artístico. La «dermoplastia»  fue la técnica más avanzada  utilizada por los taxidermistas de este periodo del siglo XX.  Modelaban al animal en escayola en alguna postura natural y luego le adherian la piel y  le añadían  los ojos. Los detalles finales conseguían que la escena a representar resultase lo más real posible. De ahí que estas reproducciones y las técnicas de disecado y taxidermia se puedan considerar un arte.

Una vitrina de cristal con animales naturalizados recreando una escena en la Naturaleza. Detrás el elefante malayo que fue regalado a Carlos III y se naturalizó entre los años 1777-78.

El mismo elefante asiático de la foto anterior. Este animal llegó a Madrid en 1773, regalo del gobernador de Filipinas al rey Carlos III. Embarcado vivo desde Manila, viajó por mar hasta Cádiz. De allí a pie hasta el Real Sitio de San Ildefonso pasando en su itinerario por Córdoba, Valdepeñas, Ocaña, Aranjuez, Carabanchel  y  Aravaca, a razón de tres leguas castellanas por jornada que sumaron 42 días de viaje. De San Ildefonso lo trasladaron a El Escorial y de allí a Aranjuez, donde  llegó a primeros de  noviembre. En aquel lugar tuvo su residencia definitiva en la «Casa de Vacas», en un corral para él acondicionado. Seguramente por lo inapropiado de los cuidados, el clima y la alimentación, el elefante murió el 17 de noviembre de 1777. Y queriendo Carlos III que se le disacase, se solicitó al naturalista  Juan Bautista Bru que dispusiera lo necesario para emprender el trabajo de disección y conservación del animal cuanto antes. Entre el 21 de noviembre de 1777 y el 28 de febrero de 1778, Bru trabajó con los restos del animal que dejó listos para su exposición en el Real Gabinete de Historia Natural, que había sido inaugurado en 1776. El coste total de la desecación del elefante asiático ascendió a   14.137 reales con 20 maravedís.

(FUENTE: Sánchez Espinosa, Gabriel. Un episodio en la percepción cultural dieciochesca de lo exótico: La llegada del elefante a Madrid en 1773. Goya 295-296 (2003), págs. 269-286.)

De los recuerdos del museo, tal vez los tres más importantes hayan sido los troncos de árbol fosilizados que se encontraban dentro del edificio, junto al despacho de billetes; el esqueleto del diplodocus, de color negro -era una reproducción en escayola y pintada del original encontrado en Wyoming  y regalado en 1913 al museo-, enorme y tremendo, dominando gran parte del espacio; y el elefante africano, también magnífico y sobre todo mucho más sorprendente que aterrador, especialmente  por lo que tenía de real, de elefante vivo.

Ahora que he regresado al museo con mi hija, después de tanto tiempo, he vuelto a ver el elefante africano y lo he recordado, aunque la imagen que tenía de él ya empezaba a distorsionarse. Lo hacía mucho más grande. Y también más vivo.  Tampoco recordaba donde estaba situado. En realidad el museo ha cambiado tanto con la reforma de 1985, que por muy familiar que fuese  resulta complicado reconocer la disposición original.  El caso es que después del tiempo pasado un prurito por conocer la historia del elefante que tantas veces ví siendo niño me lleva a elaborar esta nostálgica entrada en el blog. Y ahora voy a contar algunas cosas acerca del Museo y del elefante africano.

Fotografía del Palacio de la Industria y de las Artes, publicada el 22 de mayo de 1887 en el número XIX de la Ilustración Española y americana, en un reportaje sobre la Exposición Nacional de Bellas Artes.

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MNCN, azulejos cerámicos a la entrada del museo (Foto: Enrique F. Rojo, 2011)

El edifico y el Museo

Empezaremos por el Museo y por el proyecto del edificio. El edificio se inició en 1881 a cargo del arquitecto Fernando de la Torriente para albergar la  Exposición Nacional de Bellas Artes que tendría lugar en 1887.  Su fallecimiento en 1886 dejó a cargo de las obras a su colaborador Emilio Boix Merino, que las concluyó en la fecha concertada.
No obstante, su constructor, Federico Villalba, cedió desde el inicio de los trabajos los derechos de la empresa a la
Sociedad Anónima Internacional de Construcción y Contratas Públicas de Braine le Comte, de Bélgica, razón por la que algunos materiales, como apoyos, cúpula y cubiertas, fueron traidos de aquel país.

El edificio, nacido como Palacio de la Industria y las Artes,  tiene estructura de hierro, con columnas de fundición, pisos de viguetas metálicas y armaduras de cubierta de sistema Polonceau. Los cerramientos y paramentos de fachada son de ladrillo, con interesantes juegos geométricos en las líneas horizontales de imposta y especialmente en las cornisas. También estaba ornamentado con cerámicas, hoy casi desaparecidas.

Palacio de la Industria de las Artes, 1887. (MNCN y ETSII)

«El 21 de mayo de 1887 fue inaugurada la primera Exposición Nacional de Bellas Artes por la reina regente, Maria Cristina. En esta fecha las ventanas fueron cegadas en parte, para evitar que la iluminación cenital dañara las pinturas expuestas. La última Exposición Nacional de Bellas Artes se celebró en 1899. A partir de 1903 el edificio pasó por una etapa de abandono hasta los traslados de la sección de Entomología del Museo (1906) y en 1907 de la Escuela de Ingenieros Industriales. El entonces director del Museo, Ignacio Bolívar y Urrutia, consiguió del Ministerio de Instrucción Pública la concesión de un nuevo local para las colecciones del Museo, que se amontonaban en los locales del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales.

Las obras de adaptación para el Museo de Ciencias Naturales se realizaron entre 1909 y 1910, que fue instalado en la fachada norte, el a la izquierda de la fachada principal y el ala derecha de la posterior. Durante un tiempo coexistieron con el Museo y la Escuela de Ingenieros otros organismos: El Museo del Traje, el Cuartel de la Guardia Civil y el Instituto Torres Quevedo«. (MNCN, El museo)

«Luís Benedito aplicó las novedosas técnicas de taxidermia aprendidas en Alemania que consistían en el uso de jabones arsenicales, entre otros productos, para impedir que las pieles se apolillasen; la naturalización de los animales siguiendo un proceso denominado Dermoplastia, basad en la elaboración de una escultura del animal a tamaño natural, en pasta de turba y escayola sobre la que se adhería más tarde la piel humedecida sujetándola firmemente con alfileres.- Uso ojos de cristal de gran calidad que ofrecían a las piezas mayor realismo y rigor científico.
También  estudió la producción artística de los principales escultores, especialmente de los animalistas. Dotó a sus obras de una gran carga realista en los movimientos y especialmente en las anatomías. Captó en ellas las proporciones exactas, posturas reales y movimientos de los propios animales vivos, producto igualmente del estudio directo de los animales en el campo.
Aunque fundamentalmente hay que destacar la capacidad de dotarles de la expresión propia de cada especie e incluso de cada individuo».(MNCN)


Alzados del Palacio de la Industria y las Artes, de Fernado de la Torriente y Emilio Boix (1887).


El elefante africano

En principio, el elefante (Loxodonta Africana) que se encuentra en el vestíbulo, justo a la entrada del museo,  fue donado por Jacobo Stuart y Falcó, duque de Berwick y de Alba, padre de la actual duquesa y patrono del Museo,  trás una expedición africana.  El animal fue abatido en  Stern Jack, Nilo Blanco, Sudán, el 22 de marzo de 1913.
En realidad, al elefante, una vez muerto, le arrancaron  los colmillos, que pasaron a engrosar la colección particular de trofeos del duque, y se le quitó la piel que luego se donó  al Museo de Ciencias Naturales. Previamente, los guías y ojeadores del safari clavaron sus lanzas en el animal muerto, que según se cuenta es la costumbre de estas gentes y el cuero del elefante quedó agujereado y rasgado en numerosas zonas.
Así, la piel mal cortada y en piezas fue enfardada y embarcó para España con destino al Museo. Ahí permanecieron los más de 600 kilos de la piel del paquidermo, arrinconados en los sótanos del edificio. El fardo se desenvolvió el 5 de noviembre de 1923 y nadie quiso o supo hacer  nada con él.  Por aquella época Luis Benedito acababa de tomar posesión de su cargo como Escultor Taxidermista del Museo y a él se le encargó la tarea de darle forma de elefante al fardo de piel reseca y cuarteada con el que se encontró. Benedito acababa de llegar de Alemania en donde se encontraba becado por la Junta para Ampliación de Estudios para ampliar conocimientos y aprender la nueva técnica de «dermoplastia» con el afamado especialista del Instituto de Zoología de la Universidad de Leipzig, Herman H. Ter Meer.

Benedito  construyó un armazón de 3.450 Kg utilizando madera, malla  metálica, escayola , un trozo de cráneo del elefante y ojos de cristal. Finalmete recubriría todo con la piel ya curtida y encolada que fue ajustando cuidadosamente, sujetándola con 77.000 alfileres hasta que la cola secase.

Así que  Luís Benedito se puso manos a la obra y puesto que en el museo no había espacio para acometer la empresa,  comenzó por trasladarse al Jardín Botánico con la  piel y con un nutrido equipo de ayudantes. Se cuenta que en algún momento fueron necesarios diez hombres para transportar la  pesada piel, que extendida medía 37 m2,  y se hizo preciso solicitar un medio de transporte adecuado a la carga.

Una vez en el Jardín Botánico se construyó una piscina de fábrica de ladrillo de 7,35 m2 (2.26 x 3.28) para curtir y flexibilizar la piel con sal (1.104 kg) y alumbre (600 kg). Durante este proceso, que duró dos meses,  se estaba levantando en el Jardín una segunda planta sobre la estufa fría principal. El montaje del elefante se iba a realizar en esta nueva dependencia, pero las propias obras y su retraso, acabaron por dificultar las labores de curtido que necesitaban mucho espacio para los 37 m2 que ocupaba la piel extendida en su secado.

El duque de Alba tenía gran interés en ver finalizada la obra para la cual había cedido la piel del elefante y Benedito se encontró con que a parte de ésta no disponía de referencia alguna acerca del animal. Es decir, desconocía su estructura, tamaño, morfología. Ni tan siquiera disponía el museo de un esqueleto de elefante entre sus fondos. Y es que Benedito no había visto un elefante en su vida. Como toda ayuda unas fotos del animal abatido en la cacería africana, la medida de los colmillos y un trozo de cráneo del animal proporcionados por el duque.  También se tuvo que documentar detalladamente para averiguar las proporciones del elefante y consultar a su maestro Ter Meer, que le envío unos dibujos del esqueleto de un elefante africano hembra procedentes del Instituto Groloph de Leizpig, los modelos reducidos de una pelvis y un cráneo del mismo instituto científico, el libro Scalking Big Game with Camera de Marius Monpwell, o las numerosas  fotografías de escasa calidad procedentes de recortes de periódico extranjeros que Benedito fue coleccionando y que aún se conservan en el museo.

Traslado del elefante africano «naturalizado» desde el Real Jardín Botánico hasta el Museo de Ciencias Naturales por el Paseo de la Castellana, en 1932. La estructura de madera con ruedas fue arrastrada por un camión. Esa misma estructura sigue portando al gigante y se puede ver junto con este en el Museo.

Cuando por fin acabaron las obras del Jardín Botánico, los trabajos de Benedito se agilizaron y se comenzó a diseñar la estructura que debía soportar la masa desde el interior,  elaborando una maqueta a escala del aspecto final deseado.  Esta maqueta  le  sirvió a Benedito de modelo para guiarse en la consecución  del diseño definitivo, tantas veces ensayado con patrones articulados de cartón a tamaño natural y bocetos escultóricos de diferentes dimensiones en bronce, piedra, barro, cerámica y terracota, o en la talla de la cabeza, trabajada independientemente.

Una vez llegado a algunas conclusiones consideradas válidas, Benedito  construyó un armazón de 3.450 kg utilizando madera, malla metálica, escayola, el trozo de cráneo del elefante y unos ojos de cristal. A continuación,  modelada en escayola a tamaño natural la figura del elefante, se recubriría por completo con la piel ya curtida y preparada para ser encolada,  ajustando cuidadósamente cada pieza, pliegues y arrugas,  y  sujetándola con  alfileres  ( 77.000) hasta que la cola secara por completo.

Por fin, en  abril de 1928, la figura quedó lista para que la piel se colocase. Después solo haría falta que las colas y resinas endureciesen, dar algunos retoques  finales y ya sería posible  su traslado al Museo  para su exposición. En la primavera de 1932 el elefante africano hacía su último viaje por el Paseo de Recoletos y por la Castellana con destino a los Altos del Hipódromo ante la atónita mirada de los transeuntes, esta vez ya como el elefante que había sido.  El coste total de la naturalización fue de 9.834 pesetas. (Ver VIDEO naturalización y montaje)

El elefante africano en la entrada del MNCN de Madrid fotografiado en 2011 y virado en sepia, desde un de los corredores de la planta primera del museo.  (Foto: Enrique F. Rojo, 2011)

«Este fue el mayor de los elefantes disecados que se conocían hasta la fecha. Pero a pesar del increíble resultado final y de la perfección de la obra acabada, se cometió un pequeño gran error… Inspirado en los órganos genitales del caballo, el taxidermista ignoró que los de los elefantes son internos y no quedan a la vista. Desde entonces, con esta tara de renacimiento, su elefante ha venido presidiendo cuantas muestras y exposiciones se han realizado allí, por ajenas que fueran a él y a su singular singladura, logrando finalmente haber dado muerte a su misma muerte». (Ver Loxodonta AfricanaRicardo S. Lampreave -2010)

Referencias.-

S. Lampreave, Ricardo (2010)
Loxodonta Africana

Velasco Pérez, M. Carmen (2007)
Un elefante pasea por Madrid.
Historia de una naturalización
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Página web del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN)

Museo de Ciencias Naturales de Madrid (Hemeroteca ABC, 8 de marzo de 1967) PDF

Sánchez Espinosa, Gabriel
Un episodio en la percepción cultural dieciochesca de lo exótico: La llegada del elefante a Madrid en 1773.
Goya 295-296 (2003), págs. 269-286.

«Colapso, por falta de espacio en el MNCN» (El Mundo, 2007)

Exposición Nacional de Bellas Artes (La Ilustración Española y Americana, nº XIX, año 1887) PDF

Video Naturalización, montaje y traslado del elefante africano
(MNCN, CSIC, 2016) VIDEO MP4

16 opiniones en “El elefante del Museo de Ciencias Naturales”

  1. Como siempre, una delicia de artículo, Enrique. A mí también me ha pasado lo mismo con el MNCN; cuando he vuelto de mayor no he conseguido volver a tener la misma fascinación que tuve cuando lo visité, más joven, antes de la reforma.
    Con tu permiso, enlazaré a este artículo desde nuestro blog de la Dehesa. Hemos publicado recientemente un artículo sobre Antonio de Zulueta, que fue conservador de las colecciones de zoología, primero, y luego creador y director de un curso de biología en el museo durante el primer tercio del S. XX. Este artículo tuyo complementa muy bien la historia del museo y el entorno en el que se movía Zulueta. Por si quieres velo, aquí te dejo la dirección:
    http://amigosdehesa.blogspot.com/2011/02/personajes-celebres-en-la-dehesa-de-la.html

    Saludos desde la Dehesa de la Villa.

    1. Hola Antonio,
      Gracias por tus comentarios. Desde luego que me pasaré por «Amigos de la Dehesa», algo que hago de modo habitual, ya que me interesan mucho vuestros trabajos, bien desarrollados y de impoluta exposición.
      Un abrazo.

  2. Recuerdo bien como era ese museo, antes de su espeluznante reforma «a lo moderno». Aquellos muebles de madera y cristal que contenían animales rodeados de seca vegetación y con letreros de letra picuda, los roedores mediante los que se explicaban las Leyes de Mendel. El olor a viejo y los suelos de madera de aquel museo llegaban a ser entrañables, aún más en los días de poca afluencia de público.
    ¿Qué pasaría con esa estupenda colección de animales y, me consta, de cuadernos de campo de los naturalistas que donaron sus experiencias al Museo de Ciencias de Madrid?
    ¿Dónde están?.
    Recuerdo haber leído algo sobre un expolio de fondos, acometido al realizar la adaptación al moderno museo, y sin clarificar aún.
    Lo más alucinante es que el Museo de Ciencias de Londres tiene aún este tipo de vitrinas en algunas de sus salas y aquí se retiraron en pos de una remodelación mal entendida.
    Sólo quería comentar esto y darte las gracias por su estupendo blog.
    Un saludo.

    1. Tienes razón Rosario. El Museo en aquellos momentos era un museo de sí mismo, tanto por el edificio que lo albergaba como por el contenido, que ya entonces, era de otra época. Y sin más, con esa mentalidad de «modernizar» cuanto esté al alcance de la mano, siempre con criterios pasajeros y poco respetuosos, se lo cargaron. Imagino que la restauración y el replanteamiento eran necesarios, especialmente por la falta de espacio y la gran cantidad de fondos, pero no parece que dieran en la diana. Más bien al contrario. Ahora es un museo con poco interés, muy mediocre. De todo aquello, lo más estimulante es ver que por lo menos se conservan bien los animales disecados y que se mantienen los dioramas, aunque esto sea de otros tiempos.
      No me acordaba de los conejos, creo que eran conejos, que explicaban las leyes de Mendel formando árboles genealógicos y mostraban la herencia de rasgos en el color del pelo o algo así. Estaban en dos vitrinas en un rellano cerca de las escaleras. La verdad es que no me acuerdo demasiado bien, soy bastante desmemoriado. Seguro que tú, por lo que he visto, lo tienes más fresco.
      Un saludo.

  3. En 1977 preparaba unas oposiciones a catedra de Instituto con dos amigos, y visitabamos con cierta frecuencia el museo para preparar el examen «de visu». Recuerdo que en una polvorienta y oscura vitrina había una ave disecada que podía ser un alca gigante (Pinguinus impennis), y que tenía una etiqueta que así lo indicaba. No he vuelto a ver ese ejemplar. ¿Era auténtico o una de las numerosas falsificaciones que se hicieron cuando la especie estaba ya extinguida?
    Excelente este artículo sobre el MNCN. El antiguo tenía un encanto extraño, como de cosa pasada de tiempo, como ir al pasado. Ahora es un museo soso y con poco interés.

  4. Hola Enrique:

    Mi abuelo hizo un gran trabajo con el elefante africano. Con las dificultades de la epoca y como llego aquella piel, su trabajo al igual que el de mi padre Jose Luis con el Palacio de Riofrio y luego mi hermano, han sido fascinantes e irrepetebles.
    Por eso ellos fuerón los mejores pese a quien le pese reconocerlo.
    Su nieta, hija y hermana de la mejor saga de Escultores Taxidermistas. Aproposito mi ellos jamas disecarón por que no es correcto ese termino, ellos naturalizaban.

    Muchas gracias.

  5. soy el taxidermista guatemalteco Edgar Bosque talvez soy el unico en todo centroamerica que puede disecar animales grandes,como, elefantes,girafas, leones, etc,y quiero felizitar a este gran taxidermista puès ,hacer la escultura de un elefante es bastante dificil, y al procesar la piel y desbastarla es muy trabajoso, puès la piel del elefante es gruesa. Es este colega un berdadero artista, y hay que reconocerlo, sin envidia ni egoismo, a mi me gusto mucho su trabajo y quiero exortarlo a que siga siendo un exelente taxidermista, su admirador Edgar,R Bosque Diemecke tel en guatamala 41494140.

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