El otro barrio, más alla.

Registros alcantarillas sin tapa-2010

«Debemos tener cuidado de no caer en los agujeros del averno, porque nunca se sabe dónde acaban. Ahora que no hay tapas podría decirse que son pozos de recorrido circular, pués podemos salir por donde entramos». Esta foto pertenece a uno de los accesos al PAU de Las Tablas , en Madrid, donde es habitual la sustracción de las tapas  de las alcantarillas, en este caso, seis seguidas. (FOTO: E.F. Rojo-2010)

Las tapas que adornan los caminos adoquinados o asfaltados de las ciudades y taponan los agujeros circulares del suelo son como una entrada secreta al averno, a las entrañas del planeta urbano. Desde abajo seguramente serán vistas por las almas que allí moran como salidas de emergencia o algo parecido. A lo mejor, si pueden, las utilizan y escapan, mezclándose entre los vivos de arriba, que no nos damos cuenta de que estamos conviviendo con los muertos de abajo.

Allá, en las profundidades, quién sabe qué clase de vida se desarrolla y qué seres extraños habitan. Puede que la existencia de los muertos subterráneos sea una vida paralela a la de la superficie, con imágenes gemelas de lo que conocemos, pero invertidas. O sea muertas. Lo que aquí es luminoso abajo será oscuro y mortecino. Donde nosotros vemos bondad y alegría, en el averno ha de reinar la maldad y la pesadumbre. Aunque no sé porqué tiene que ser así y no al contrario. Es decir, que lo que estoy llamando averno supongamos que no es sino la parte de arriba y nosotros vivimos simplemente abajo, en la oscuridad, y somos los espíritus, los penitentes, la parte mala de los seres que pueblan las ciudades del mundo. O sea, los muertos. Los muertos que se amontonan, como los vivos, por todas partes y que luego se presentan ante los vivos en noches negras de tormenta, o al revés, como en las películas de muertos y aparecidos.

El caso es que en los últimos años, hay bandas organizadas que se dedican a descerrajar los cierres de las puertas del averno, dejando abierto el transito entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Entre el mundo del bien y el mundo del mal, donde hay mucho alboroto, violencia y destrucción.

No se han dado cuenta estos ladrones de que sus acciones dejan las ciudades indefensas. Cualquiera se puede colar por los agujeros abiertos, tanto los de arriba como los de abajo, quienquiera que sean unos u otros. Aunque, si ya hay trasiego de almas, puede que tampoco  importe tanto.

Pero es que además, no es solo una cosa de nuestra ciudad, en todas partes cuecen habas, y el problema se hace global. Puede que en poco tiempo haya miles de rateros dedicados al robo de tapas de registros y arquetas en las calles del mundo. La rentabilidad del negocio así lo pronostica y el paro,  la precariedad laboral y la explotación humana son determinantes. Más tarde o más temprano las policías del mundo deberán crear  grupos  especiales que persigan este delito de manera contundente.  Y, mientras tanto, el trasiego de un mundo al otro, de las urbes oscuras a las urbes con luz seguirá también en aumento.

Puede que acabemos totalmente mezclados, pués el paso de un mundo al otro ya no será un viaje sin retorno y habrá muertos malos que desearán quedarse junto con los vivos buenos, para ver si se les pega algo, y viceversa. Siempre pensando que los muertos de allá abajo sean almas en pena y, por tanto, malas. Y no al contrario. Aunque, quien sabe.

Lo mismo vivimos rodeados de muertos,  o nosotros ya estemos muertos y no nos hayamos  dado cuenta. Puede que seamos los de abajo y que ahora que no hay tapas que nos cierren el camino estemos saliendo a la otra ciudad y que no la reconozcamos distinta, porque en realidad ambas han sido siempre las dos caras del mismo mundo.

11 opiniones en “El otro barrio, más alla.”

  1. Gracias por la molestia de leeros esta suerte de disparate. A estas alturas del año el cerebro ya va reblandecido y las ocurrencias son delirios, la mayoría. Intentaré recuperarme para los próximos días, pero no aseguro nada….
    Saludos.

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