Casa Pajuelo, miel y «matanza»

Subiendo por Atocha hacia el barrio de las Letras hay un comercio abierto en 1946 especializado en productos apícolas: la miel y sus derivados. Es Casa Pajuelo (Atocha, 95).

Casa Pajuelo, Atocha 95 (Foto: Enrique F. Rojo, 2018)
Casa Pajuelo, Atocha 95 (Foto: Enrique F. Rojo, 2018)

“Pequeñeces importantes” (III)

“Pequeñeces importantes”. Según la RAE, pequeñeces son : “cosas de poco momento y de leve importancia“, pero si llegan a ser importantes son : “convenientes o interesantes, o de mucha entidad o consecuencia“.

Casa Pajuelo

Subiendo por Atocha hacia el barrio de las Letras hay un comercio abierto en 1946 especializado en productos apícolas: la miel y sus derivados. Es Casa Pajuelo (Atocha, 95) donde venden todo tipo de mieles en sus variedades de acacia, espliego, tomillo, brezo, cantueso y azahar, entre otras. Venden también caramelos, legumbres, semillas  y artículos para la matanza: tripa natural o artificial  para embuchar chorizos y todo tipo de embutido, cordeles para atarlos y sazonadores como salchichonal, chorizol o butifarrol.

Casa Pajuelo Interior
Casa Pajuelo (Atocha, 95), interior de la tienda (Foto: , 2015)
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Preparado de “Matanza” para elaborar butifarra de la casa RUCA de Granada que se puede encontrar en Casa Pajuelo.

¿De cuánto tiempo contamos para que este tipo de negocios deje de formar parte del paisaje madrileño? Es la pregunta que angustia a los propietarios, a los comprometidos clientes y también a los observadores, escritores, escribidores blogueros, periodistas entusiastas, historiadores y a toda la ralea de pensadores urbanos que sufren viendo el panorama.
Desconocemos el futuro, pero lo auguramos funesto. Si alguien tiene el remedio, que lo diga.

Vivir la»EXPERIENCIA»

Hace tiempo que llevo leyendo y escuchando, especialmente en publicidad, la llamada a vivir o sentir la «EXPERIENCIA» de lo que sea objeto de anunciar o comprar. En español «EXPERIENCIA» se refiere a lo conocido o vivido, que puede ser durante un periodo prolongado y que aporta un conocimiento y una habilidad.

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Ejemplo ficticio de anuncio que utiliza el término «experiencia» en la nueva acepción publicitaria, copiada en los medios de prensa, que en el idioma español no acaba de entenderse por los hablantes.
Hace tiempo que llevo leyendo y escuchando, especialmente en publicidad, la llamada a vivir o sentir la «EXPERIENCIA» de lo que sea objeto de anunciar o comprar. «Una nueva experiencia de café«, «…la mejor experiencia de hoteles todo incluido…«, «Vive la experiencia de los nuevos smartphones xxx«, «La mejor experiencia de usuario solo para nuestros socios…«; «Si la cobertura 3G es buena, la mochila -acerca de las Mochilinks de teleperiodismo- permite experiencias extremas de directo…» (Blogthinkbig.com)

«Experimentar» no es ser experto

Reconozco que me ha costado dar sentido al término «experiencia» , que es sustantivo en español. El verbo «experimentar» utilizado en oraciones en nuestra lengua en un contexto que nada tiene que ver con el significado que recoge el diccionario de la RAE, para un profano en entornos de mercadotecnia, estudios de dirección de empresa o publicidad como yo, acaba produciendo un prurito incansable y cierta asiedad que requiere cura inmediata.
En español «EXPERIENCIA» se refiere a lo conocido o vivido, que puede ser durante un periodo prolongado y que aporta un conocimiento y una habilidad. De la experiencia deriva el experto. Nada parecido con lo que escuchamos: «Vive la EXPERIENCIA de Radio 3» o «la EXPERIENCIA de alojarse en nuestros hoteles…«, por ejemplo.

«Experiencia no solo es vivencia»

En el idioma inglés «EXPERIENCE» se parece a «experiencia» en español, compartiendo significados sinónimos como «situación», «conocimiento» o «percepción». Pero en esa lengua también adquiere otros matices que nada tienen en común con el español en expresiones como « customer experience» o «dining experience«, en las que «EXPERIENCE» se refiere a la «SATISFACCIÓN» del cliente o al «PLACER» gastronómico.
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Este es el valor que miméticamente han tomado ciertas expresiones de ciertos entornos con gran capacidad de difusión -en especial la prensa y, de manera nefasta la televisión, con sus reporteros analfabetos-. Como su difusión está resultando sencilla, este nuevo significado prestado se está popularizando. Pero choca con el valor real del sustantivo.
Por eso, yo no llego a entender bien la razón de que se empiece a atender más al valor prestado de pocos años acá que al verdadero significado que tiene la palabra. Se da especialmente en círculos de allegados a los entornos profesionales referidos, que se afanan en convertir las nuevas razones en universales de la lengua.

Sin duda se trata de un falso amigo. De esos que no merece la pena tener porque en verdad son falsarios y disfrutan mintiendo. El problema está en que si quienes  lo presentan a través de los grandes medios de difusión, perseveran por su afán irracional de significarse, finalmente lo harán -irracionalmente- popular. Y lo popular, que es lo perteneciente o relativo al pueblo,  acaba siempre por imponerse, aunque sea contrario al sentido de la razón, la razón de la lengua en este caso.

Es posible que dentro de unos años cuando salgamos de un cine, si aún existen, y alguien nos pregunte: «¿qué tal la experiencia?», contestemos «muy agradable» y nunca se sabrá si nos referíamos a las butacas, a la climatización, al bar,  a los baños, a la película o a otra cosa.